El ingenuo error del auditor

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Por: Alejandro Díaz

Los aplaudidores del gobierno están seguros de que los procedimientos y números del Auditor Superior de la Federación (ASF) son erróneos. Que se puso a las órdenes de los enemigos del dueño de las mañaneras y que como empleado de la Cámara de Diputados no titubeó en desvirtuar el trabajo realizado con tanto ahínco por el incansable y sus equipos.

La información de una auditoría se basa en la revisión de órdenes de compra, de facturas de gasto y de pagos efectivamente realizados. No debe tapar ni inventar nada. Faltaría a su deber si llegara a cubrir errores de los amigos y exhibiera con falsedad los de los enemigos. No está claro por qué lo haría a la inversa. 334 páginas resultado del trabajo de un año de miles de contables realizado dentro los límites de la técnica.

Ciertamente partidos políticos y comentaristas aprovecharon la información puesta a disposición por la ASF para comentarla. No era necesario inventar ni exagerar, todo lo que pudiera imaginarse fue expuesto a quien quisiera leerla. Por supuesto lo más escandaloso es lo del aeropuerto de Texcoco que se canceló sin medir consecuencias, pero no fue lo único que llamó la atención: también del “nuevo” aeropuerto Felipe Ángeles, del Tren Maya, de la refinería de Dos Bocas, de “los siervos de la Nación“ y muchos rubros más. En todos se habían empleado recursos en exceso sobre lo divulgado hasta ese momento. El retiro de la información de la auditoría fue muestra clarísima de que la prestigiosa ASF se doblaba ante el poderoso.

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Para ningún observador de la realidad nacional, sin importar en qué lado de la verdad histórica se encuentre, los números no sorprenden. Con decisiones a mano alzada sin mayor conocimiento de causa por los participantes, con decisiones llevadas a cabo sin rigor administrativo y sin detenerse en recursos, los resultados no sorprenden. Por supuesto que para los leales al régimen hubo mala fe al darlos a conocer pues a los detractores les dió una herramienta valiosa. Eso sí, el retiro de la información que momentáneamente fue pública es considerada un triunfo de la opacidad sobre la trasparencia.

Pasados gobiernos emanados en este siglo también fueron expuestos por la publicación de otras ediciones de la ASF. Todos recuerdan los casos de toallas carísimas para Los Pinos, del exceso de gasto en la Estela de Luz y los numerosos abusos de gobernadores en el sexenio anterior (Chihuahua, Veracruz, etc.). Evidentemente el Auditor Superior creyó que él podría lucirse exhibiendo los errores de funcionarios menores sin pensar que el propio inquilino de Palacio se sentiría agraviado.

Evidentemente se equivocó pues despertó la furia presidencial en la siguiente mañanera. Sin analizar números que no entiende en absoluto, le dedicó toda la sesión para hacer trizas al auditor y a la ASF. No averiguó si había excesos o latrocinios, partió del supuesto que fue hecho para fortalecer a sus opositores. Cuando el máximo dirigente de una entidad descalifica el trabajo de un auditor (o peor aún, de un conjunto calificado de auditores) ensancha la puerta para que quienes abusan, o desperdician, lo sigan haciendo con mayor ahínco. Al tiempo.

Cuando la ASF anunció que revisaría las auditorías quemó sus naves. Si lo que publicó fue el estado de los dineros públicos utilizados en 2019 y los trabajó como se acostumbraba hacerlo podría haber errado un mínimo que pudiera ajustar. Pero no, se dobló ante el embate de quien no acepta estar equivocado, y con ello selló su futuro. Falta que quienes dicen ser leales no lo sean tanto con los dineros de la Nación a su alcance.

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