El daño está hecho: demolieron a Peña

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¿Por qué hasta hoy —a más de tres meses—, Peña Nieto habla del supuesto conflicto de interés a causa de sus propiedades?

Cualquier mexicano que haya viajado al extranjero y haya escuchado lo que se dice de México y de su gobierno en otras latitudes, seguramente se habrá llevado una sorpresa poco grata.

Y es que allende las fronteras, la imagen del gobierno y del presidente mexicano es de debilidad, desconcierto, poca eficacia y corrupción. Y no hace falta abundar sobre la cuestionada imagen, la desconfianza y la impopularidad de Peña Nieto entre no pocos mexicanos.

Por eso, frente a esa dolorosa realidad —la de un presidente bajo sospecha, debilitado y con poca legitimidad—, se puede aventurar que ganan la batalla los que apuestan a demoler la imagen y la popularidad de Peña Nieto —igual que demolieron la imagen de Felipe Calderón—, al grado de que el presidente mexicano parece preocupado por gobernar sólo para sus críticos; para los que tiraron a su gobierno de la gloria de las grandes reformas y lo enviaron al infierno de Iguala y del supuesto o real conflicto de intereses.

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Y es que no se entiende de otra forma la tardía reacción del Presidente, la explicación y decisión anunciadas ayer —para buscar una salida al debilitamiento de su imagen a causa de las denuncias de supuesta corrupción—, que no sólo resultan tardías, sino tibias, confusas y que envían el mensaje de que finalmente fracasó la cacareada fiscalía anticorrupción.

Como se sabe, Peña Nieto designó ayer al nuevo secretario de la Función Pública, propuso reformas para evitar el conflicto de interés de los servidores públicos y planteó acciones para transparentar la rendición de cuentas; además de instruir al recién nombrado contralor, para que investigue posibles conflictos de interés en los que haya incurrido el Presidente, su esposa y sus colaboradores.

Está claro que es un intento por sortear la crisis de confianza y credibilidad y de abonar en la lucha contra la corrupción. Sin embargo, también es cierto que el mensaje parece poco calculado y los daños podrían ser peores.

¿Por qué hasta hoy —a más de tres meses—, Peña Nieto habla del supuesto conflicto de interés a causa de sus propiedades? ¿Por qué cambió la versión y la estrategia iniciales, cuando su esposa salió a dar la cara? ¿Por qué hasta hoy designó titular de la Función Pública, cuando en más de dos años no existió titular, ya que estaba en espera de cambiar el edificio institucional de la transparencia?

¿Por qué recurrir a la grotesca figura de nombrar a un contralor al que se ordena, como primera instrucción, auditar al jefe que lo acaba de nombrar? ¿Es creíble el resultado de una investigación como esa? ¿Por qué nombrar a Virgilio Andrade como nuevo contralor? ¿Qué leyes, reglas y criterios utilizará el nuevo contralor, si lo que existe en la ley mexicana sobre el conflicto de interés es poco o nada serio? ¿Cómo auditará el nuevo contralor a una particular, como la esposa del Presidente?

Lo cierto es que antes que solucionar un problema, la casa presidencial parece haber creado un conflicto mayor. Pero lo más preocupante es que alimentó a las insaciables jaurías de las redes sociales, que de nueva cuenta golpearon al mandatario a placer.

Y es que parece que “los genios” de Los Pinos no entienden que hoy por hoy, todo lo que haga el Presidente, bueno, regular o malo, será pasto para el voraz fuego del odio sembrado contra el Presidente.

El daño está hecho. Han demolido la imagen, la confianza y la credibilidad del Presidente. ¿No hay quien lo entienda y que sea capaz poner un remedio inteligente?


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