El aspiracionista

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Por: Juan Ignacio Zavala

Uno puede imaginar perfectamente un hogar sencillo de un pueblo de Tabasco en los 50. El papá hace preguntas a su descendencia.

-¿Y tú qué quieres ser de grande, Andrés?

-Yo quiero ser presidente de México, papá.

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Los padres sonríen. Saben que eso es tremendamente difícil, pero quieren que sus hijos se esfuercen y que consigan salir del pueblo y hacer una buena vida que les evite mayores penas y sufrimientos. Que sus hijos quieran prosperar no significa que van a dejar a los suyos ni a olvidarse de lo que son, simplemente saben que la vida les puede presentar distintas oportunidades sin que eso los haga egoístas y mala personas.

Con el tiempo Andrés se trasladará a la capital del país para hacer sus estudios universitarios. Ése es el sueño de miles de jóvenes de esa época: estudiar una carrera, conocer otras personas, dejar la provincia, encontrar otras maneras de vivir, un trabajo. Así, se topará con quienes buscan dinero, quienes buscan hacer causa social, quienes son frívolos, quienes se comprometen, quienes quieren ser técnicos, deportistas o quienes, como él, quieren ser políticos y hasta, ¿por qué no?, presidente.

Como miles de jóvenes, Andrés responde a las fantasías, anhelos y fracasos de una clase media en crecimiento. Encontrará nuevas ideas, comparará a su pueblo y a lo suyos con la metrópoli, conocerá mucha gente, se contactará con sus paisanos en la capital y terminará su carrera; tardará 14 años, pero la terminará. Nada tan clasemediero como terminar la carrera, una aspiración que muchos cumplen más para sus padres que para ellos mismos, lo cual también es muy clasemediero.

Andrés vivirá en la colonia Copilco, enclave de la clase media, de maestros y alumnos de la universidad. Como cientos de miles de personas que llegaron de provincia, hará de la capital una ciudad vibrante, con oportunidades, ofertas y expectativas, una ciudad fundamentalmente de clase media. Andrés hará política en el PRI durante muchos años, hará grilla en su estado, buscará ser gobernador y anclará en la izquierda. Andrés no dejará de soñar, querrá ser siempre joven persiguiendo sus anhelos. Hijo de la clase media y sus ambiciones, buscará ser presidente para cambiar al país. Lo tirarán de loco, pero él sabe que la ambición es el motor de todo; habrá quien la use para dinero, para conquistas eróticas, para elevar el ego o el intelecto. Él quiere ser presidente, sus amigos se han superado, han escrito libros, han sido gobernadores, políticos de renombre. Como buen clasemediero sabe lo importante que son las relaciones y hace uso de ellas para conseguir sus anhelos. Ambicioso como pocos será candidato a la Presidencia tres veces, lo que nadie en la nación había hecho; sabe que su ego es más poderoso que su causa y no se da por vencido.

Andrés también formó una familia y tiene hijos. Como buenos clasemedieros, se desarrollan alrededor de la actividad del padre y van más allá: ponen un negocio propio y usan las relaciones del papá. Uno de ellos ambiciona más y vive en Estados Unidos, sueño aspiracional de millones, y pasa las vacaciones esquiando y haciendo viajes.

La clase media le ayudará a Andrés a cumplir su sueño. Él sabe que los sueños se pueden conquistar por lo que entonces se dedicará a condenar los anhelos y las ambiciones y los calificará de egoístas. Porque él mejor que nadie sabe que desde hace muchos años hay una casa de clase media en la que el papá le pregunta a uno de sus hijos qué quiere ser de grande y el niño responde: presidente de México, papá.


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