Constitución de la CDMX: Fantasía que decepcionará

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La promoción política sobre la futura constitución política de la Ciudad de México, lleva varias intenciones, ciertas buenas, otras fantasiosas por cierto y algunas perversas también. Por una parte los políticos y sus partidos, sea que hayan promovido o no la iniciativa, buscan ganar simpatías ciudadanas. Dentro de esas pretendidas simpatías, está la de ganar votos para la elección de diputados constituyentes el cinco de junio. Por otra parte, los candidatos independientes a esa Asamblea Constituyente también buscan el voto ciudadano.

También están los grupos, llámense como se llamen, que buscarán una Constitución acorde a sus intereses ideológicos, sean buenos o malos, que intentan crear entre la población una mentalidad favorable a sus pretensiones. Sobre todo las organizaciones autodenominadas “de izquierda”, o “progres” (en realidad “retros”), cuando hablan de una Constitución “progresista”, léase permisiva.

Pero en general, la población tanto de la Ciudad de México como del resto del país, no manifiesta ningún interés o emoción sobre el tema. Esto quedará bien claro cuando la votación el 5 de junio sea frustrantemente baja.

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En realidad, las maravillas imaginadas de la nueva Constitución capitalina, no llegarán muy lejos, y por dos razones, la primera, es que estará digamos encajonada y limitada por la Constitución General de la República. La segunda, es porque tanto a algunos pretendientes a ser constituyentes, como a diversas personas, les despierta la imaginación de meter en la nueva constitución muchos temas que de constitucionales no tienen nada, como regular las marchas.

También se está ofreciendo para esa nueva Constitución, asegurar derechos que ya lo están en la Constitución General, así que nada real se agregará para el ciudadano de la Capital. Otra fantasía promocional.

¿Qué puede incluirse en la constitución capitalina? Muy poco, pero es importante. Primero, el cómo se administrará el gobierno central y las alcaldías, y sus presupuestos. Segundo, los derechos humanos del título primero, con los temas críticos de la familia, el matrimonio y el gaymonio, el aborto, la diversidad sexual, la ideología de “género” y la adopción por homosexuales. La gran batalla estará en esta última parte, lo de la administración se resuelve con más facilidad.

Tercero, ciertos temas muy manoseados entre la politicada, y en la academia e intelectualidad, podrán incluirse en la Constitución, y se refieren a formas de participación ciudadana directa en decisiones políticas. Se trata del referendo, el plebiscito, la iniciativa ciudadana (que ya está en la federal) y la revocación de mandato. También quizá las contralorías ciudadanas.

¿Y sobre la rendición de cuentas, transparencia y lucha anti-corrupción? No habrá novedades, no serán diferentes de lo modificado y agregado a la Constitución General. Además, hay grandes resistencias a estos temas por la clase política. La defensa del ciudadano ante abusos de autoridad sí será muy discutida. ¿Y el fuero y la impunidad? También.

Es poco lo que será novedad constitucional para los chilangos, pero muy importante. Y las fantasías sobre una cantidad enorme de temas nada constitucionales que dicen se incluirán, quedarán en eso, en fantasías. Con muchos frustrados, por no tener ni la menor idea de lo que es el Derecho Constitucional y las leyes reglamentarias. Éstas son las que pueden acercar al ciudadano los buenos deseos de la Constitución.

El centro de la discusión será algo trascendental: la defensa de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural. Esto tendrá muchos enemigos, que son los partidarios de la cultura de la muerte: el aborto y la eutanasia. Los supuestos “progres” de izquierda insistirán ferozmente en mantener el aborto, pasando sobre los derechos de los mexicanos nonatos. Esto es lo más importante.

Una de las campañas para convencer a los capitalinos sobre la gran maravilla que será su Constitución es, dicen, que será hecha por chilangos para los chilangos, que éstos podrán participar en la formulación de su Carta Magna, lo cual es falso. Lo es por dos razones, primero porque la ciudadanía NO participará, sino lo harán sólo cien personas como diputados “constituyentes”. Segundo, que algunos senadores y diputados federales designados como constituyentes, ni siquiera serán habitantes de la ciudad capital.

Cuando los ciudadanos de a pie manifiesten sus opiniones sobre el proyecto constitucional, y los tales constituyentes por mayoriteo hagan oídos sordos y pongan lo que les dé la gana, vendrá una gran frustración. Historia ya muy vista.

Finalmente, al habitante de base en la capital mexicana, poco o casi nada le cambiará en su vida diaria. Las grandes expectativas que se intentan generar entre los votantes, para que la futura Constitución capitalina cambie su vida, quedarán en una desilusión de quienes efectivamente se hayan dejado entusiasmar por los políticos y los partidos. Los demás simplemente podrán decir: “¿ya ven, no cambió nada? Para nosotros todo sigue igual”. Y tendrán razón.


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