Clinton y la falta de momentum

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Durante meses el Partido Republicano renunció a la oportunidad de mostrarse como una alternativa política seria, comprometida con la solución de los desafíos propios de Estados Unidos y la comunidad internacional.

Hoy la esperanza está puesta en el Partido Demócrata, quien en el marco de su convención nacional deberá no sólo superar sus persistentes divisiones internas —que podrían poner en peligro la victoria de Clinton— sino convencer a una sociedad polarizada del valor que tiene la tolerancia, el libre comercio y la inclusión tanto en la vida pública de la primera potencia, como en la estabilidad del orden mundial.

La elección presidencial en EU va más allá de derrotar a Trump. Se trata de cerrarle la puerta del sistema político y militar más poderoso a un movimiento nacionalista respaldado por 13 millones de personas, las mismas que votaron por él en las internas, su base ciudadana. Ciudadanos que consideran la persecución y el levantamiento de muros fronterizos, criterios legítimos para incrementar su seguridad interna, impulsar su economía y consolidar su hegemonía. Dispuestos a concebir los planteamientos de la lucha global contra el terrorismo como un sistema producto de cuotas o compensaciones económicas al interior de las organizaciones multilaterales dedicadas a mantener el poder.

Al menos, 13 millones de votantes que consideran el proteccionismo como motor de crecimiento. Modelo a todas luces fallido porque al tiempo de no resolver la redistribución equitativa de la riqueza entre los distintos grupos sociales, suele generar bienes de menor calidad y mayor precio a los consumidores. Millones de ciudadanos animados a dar un salto al vacío en el campo económico, como hace unas semanas lo hicieron en Reino Unido los del Brexit, al no haber fundamento sólido ni ruta crítica viable en las distintas propuestas del candidato republicano.

A los demócratas les queda un arduo trabajo. Si bien faltan varias semanas para observar preferencias electorales más reales, en términos de percepción Hillary Clinton no logra generar las condiciones de un momentum en su favor. El promedio de encuestas nacionales dado a conocer por The New York Times, daba un empate técnico entre ambos aspirantes (Clinton 42% vs. Trump 41.7%), pero existen mediciones, como la de CNN, que ponen al ahora candidato republicano por encima de Clinton hasta por  puntos (Clinton 45% vs. Trump 48%). Esto puede generar incentivos a que candidatos republicanos a otros cargos de elección se polaricen y se comprometan a políticas públicas alineadas con las de Trump para asegurar un mejor posicionamiento electoral, complicando aún con el eventual triunfo de Clinton en noviembre, la posterior aprobación de agendas necesarias, como la reforma migratoria.

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En segundo lugar, la construcción de momentum por parte de los demócratas recibió un balde de agua fría con la reciente filtración de los correos electrónicos, donde presumiblemente se da cuenta de la parcialidad del Comité Nacional Demócrata en favor de Hillary Clinton, lo cual reavivó divisiones internas. Inclusive el senador Bernie Sanders fue abucheado públicamente por sus simpatizantes al solicitarles respaldar a Clinton, ya que estos consideran la primaria como un robo producto de la corrupción política. El efecto esperado –en el contexto de la polarización del electorado— no es que esta base progresista cambie su voto a favor de Trump, sino simplemente que se abstenga de votar para mermar las posibilidades de Clinton.

Los liderazgos demócratas tratan de cicatrizar cuanto antes las heridas, señalando que el adversario está afuera del partido y es Donald Trump con quien deben enfrentarse. El éxito de la campaña de Clinton-Kaine dependerá no sólo de preservar el voto progresista demócrata en su favor, sino de hacer visible para un amplio sector del electorado los peligros reales de que Trump ocupe la Oficina Oval. De cualquier otra forma, en un par de meses, el temor de muchos podría volverse una realidad y el magnate se estaría consolidando en las encuestas, superando a los demócratas y reavivando las posibilidades republicanas de regresar a la Casa Blanca.

Si Hillary no logra encontrar y explotar su momentum y Donald Trump llega a ser el Presidente de Estados Unidos, lo que resta es esperar que su discurso radical haya sido tan sólo una estrategia de campaña, un posicionamiento mediático para ganar simpatías electorales, que de paso a una forma responsable de gobernar.


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