Uno de los temas de mayor relevancia en este año que comienza será la elección en junio de la Asamblea Constituyente que se llevará a cabo de manera concurrente con las elecciones en otros estados de la República. Para los capitalinos será un evento que marcará el futuro de nuestra ciudad, y por lo mismo, es fundamental una gran participación ciudadana.
Resultó extraño que la iniciativa aprobada por el Congreso fue la misma que hace un año había sido rechazada por la Cámara de Diputados, donde se proponía elegir una Asamblea Constituyente en 2016 conformada por 100 miembros: 40 nombrados directamente por el Presidente de la República, el jefe de gobierno, las Cámaras de Diputados y Senadores; y los 60 restantes electos por voto directo. Los diputados de la anterior legislatura, habían votado en contra porque consideraban que los 100 diputados constituyentes deberían ser electos en su totalidad y porque consideraron que no era correcto que fuese el actual jefe de gobierno quien presentara el proyecto de constitución.
Los argumentos presentados por los diputados el año pasado eran realmente de fondo y es lamentable que la iniciativa se haya aprobado por la actual legislatura en Cámara de Diputados sin tomar en cuenta la opinión de quienes los precedieron. La Asamblea Constituyente debe ser, ante todo, soberana; ha de actuar pensando en la mejor administración y organización de gobierno que la ciudad requiere. La propuesta de constitución que presentó el jefe de gobierno no garantiza avances democráticos para la ciudad de México; en todo caso, los diputados deberían convocar a anteriores jefes de gobierno para que den sus puntos de vista; lo mismo a académicos, expertos en urbanismo, en servicios básicos, entre otros; y es importante también la participación de todos los colegios profesionales que estudian los principales problemas de la ciudad.
De la misma forma, es importante revisar a fondo el actual Estatuto de Gobierno del DF, pues finalmente es la “constitución” —de hecho— del DF. Hemos anotado en este mismo espacio que por lo mismo, el DF no requería de una constitución nueva, sino de las reformas necesarias a la existente para alcanzar el nivel de representación y participación de los capitalinos, equiparable al de cualquier otro estado de la República. Sin embargo, en nuestra democracia, siempre escogemos el camino más largo y costoso, así que iremos a elegir esa “anhelada” Asamblea Constituyente.
Uno de los aspectos centrales será que en las delegaciones podamos elegir a verdaderos cabildos y con mayor autonomía. Se trata de un equilibrio razonable del poder para que se elija a los jefes delegaciones junto con su respectivo cabildo y lograr así una representación democrática; no como actualmente sucede, que se elige solo al jefe delegacional muchas veces con porcentajes de votación relativamente bajos y sin ningún contrapeso de otros partidos con votación importante. En la propuesta de constitución que ha sido dada a conocer por el jefe de gobierno, en absoluto se alcanza este nivel de autonomía; se propone una especie de concejo, sin las facultades y atribuciones que debe tener un verdadero cabildo.
Otro tema que ha sido propuesto insistentemente por la asociación Ciudad Posible A.C. y que está ausente en la iniciativa, es la necesidad de reconocer desde la constitución a las “zonas metropolitanas”. Se trata de poder establecer los principales servicios con carácter metropolitano y no solo municipal: agua, transporte y vialidad, seguridad, medio ambiente, energía y basura. Lo que reclaman los capitalinos es precisamente la mejora en los servicios, seguridad, calidad de vida, trabajo digno y bienestar.
Hay una confusión grave en la terminología: la ciudad de México no es lo que hasta ahora se llamaba Distrito Federal, es en realidad una urbe de cerca de 20 millones de habitantes y que abarca, además de las 16 delegaciones, varios municipios del Estado de México y de Hidalgo; por lo tanto, lo que se debe proponer es un “constituyente” no de lo que actualmente es el DF sino de la “verdadera ciudad”, que es toda la zona metropolitana. No se pueden establecer sólo cambios al DF sin tomar en cuenta la profunda transformación de nuestra ciudad y la gravísima problemática —consecuencia de un crecimiento anárquico— que no ha tomado en cuenta, precisamente, esta condición metropolitana.
Los partidos políticos tienen una responsabilidad histórica: deben presentar en sus listas para diputados constituyentes a sus mejores cuadros de hombres y mujeres capaces, pero además, a expertos en los temas de la ciudad. La ciudad de México tiene problemas muy graves y urgentes que atender. Si no se va al fondo del asunto, puede ser ésta la última oportunidad para la metrópoli. Son ya muchos años de discusión y muchas iniciativas aprobadas de reforma política, sin avances reales y con una situación que sigue empeorando día con día.
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