Aranceles, devaluación, recesión, pero ¿y el narco?

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La amenaza se cumplió y las exportaciones mexicanas y canadienses fueron gravados con aranceles del 25% por parte del gobierno de Donald Trump. El motivo, de acuerdo a la Casa Blanca, es el tráfico de drogas hacia la Unión Americana, en especial fentanilo.

La reacción del gobierno mexicano y del partido oficial ha sido declarativa –incluso cantando el himno nacional–, pero entrando en una guerra comercial que no augura nada bueno. Por lo pronto, luego del anuncio, el peso mexicano sufrió una devaluación que lo ubicó por encima de los 21 por dólar.

Y las perspectivas no son positivas, pues se espera –de seguir por varios meses más los aranceles– que la economía mexicana sufra una caída de cerca de 1.5%, por no mencionar una recesión.

Canadá respondió con aranceles a productos estadounidenses como una represalia por la medida del gobierno de Trump, en tanto que en México la presidenta Sheinbaum responsabilizó a dicho país por el tráfico de armas, así como por el consumo y la distribución de drogas allá como un problema de salud pública que no ha sido atendido, además de señalar que es una calumna de la Casa Blanca asegurar que hay una alianza entre su administración y el crimen organizado.

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Adicionalmente, como parte de su primera respuesta a las medidas tomadas, solicitó combatir el consumo interno de fentanilo, evitar el lavado de dinero y frenar la distribución de drogas en las calles estadounidenses, así como proponer una mesa de trabajo, advirtiendo que México no aceptará injerencias y que habrá cooperación.

El narco, el elefante en la sala

Hay un punto del comunicado de la Casa Blanca que refiere el objetivo que la administración Trump busca alcanzar: «hasta que México coopere en la lucha contra las drogas».

Esto es central para entender tanto la motivación del nuevo gobierno estadounidense como para comprender la magnitud del desafío que enfrentan ambos países.

Determinar con precisión el valor total del mercado de drogas ilegales en América del Norte es un desafío debido a la naturaleza clandestina de estas actividades. Sin embargo, informes y estudios proporcionan estimaciones que ayudan a comprender la magnitud de este mercado.

Según datos de la Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas de Estados Unidos, en el año fiscal 2011, el gobierno estadounidense destinó más de $10 mil millones a programas de reducción de la demanda de drogas. Aunque esta cifra no representa directamente el tamaño del mercado ilegal, indica la magnitud de los recursos invertidos para combatir el problema.

Por otro lado, el «Informe sobre la Oferta de Drogas en las Américas 2022» de la Organización de los Estados Americanos destaca que las incautaciones de cannabis en América del Norte han mostrado una disminución en años recientes, influenciadas principalmente por las tendencias en Estados Unidos y México. Esta disminución podría estar relacionada con cambios en las políticas de legalización y regulación del cannabis en algunas jurisdicciones.

Dicho informe destaca varias tendencias preocupantes relacionadas con el fentanilo en América del Norte:

  • Aumento de muertes por sobredosis: La proliferación de píldoras falsificadas que contienen fentanilo ha contribuido significativamente al incremento de fallecimientos por sobredosis en la región.
  • Disminución del precio del fentanilo: Se ha observado una reducción constante en el precio de esta sustancia, lo que podría facilitar su acceso y aumentar su consumo.
  • Mezcla con otras drogas: El fentanilo se está combinando con otras sustancias, incrementando el riesgo de sobredosis entre los usuarios que pueden desconocer la presencia de este opioide en las drogas que consumen. Estas tendencias subrayan la necesidad de fortalecer las estrategias de prevención, tratamiento y control para abordar eficazmente la creciente amenaza que representa el fentanilo en América del Norte.

Es estilo atrabancado de Trump no ha hecho que este tema se complique, algo que se combina con lo que sucede en México en donde para muchos la acusación de una alianza entre narcotraficantes y políticos no carece de sustento.

La recién iniciada administración estadounidense, que dejó a un lado cualquier consideración política en aras de un estilo más empresarial y agresivo, busca cumplir con una de las promesas de campaña del actual presidente, quien con su retórica sólo ha logrado crear problemas en donde antes no los había, pero las respuestas de sus socios comerciales en el T-MEC no anticipan sino una guerra comercial que provocará crisis económicas en las naciones integrantes del acuerdo comercial.

Pero el tema del narcotráfico, al no ser considerado como un problema conjunto de México y Estados Unidos que debería originar un gran acuerdo de cooperación para reducir la producción y el consumo no se tendrá. En su lugar tendremos más declaraciones, acusaciones, el himno nacional, aranceles, defensa de políticos con sospechas de vínculos con el crimen organizado –nada más hay que ver lo que pasa en Sinaloa–, estrategias ineficaces y cifras de crímenes que no hacen sino mantenerse a la alza.

Otro aspecto que hay que considerar es que en Estados Unidos hay un presidente que no cree ni práctica la política ni el diálogo, en tanto que en México hay una presidenta que no quiere dialogar con la oposición y busca que su política se reduzca a una propaganda que dibuja un país sin problemas, pero que no se refleja en la realidad.

Y así no se pueden resolver problemas tan grandes como el narcotráfico y sus efectos negativos en ambos lados de la frontera.


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