Ante ruidos de odio, escuchar la armonía del mundo

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Por: Juan Miguel Alcántara Soria

¡Viva Cuba Libre!

Leí “El Ocaso de la Democracia. La seducción del autoritarismo”, libro recién publicado de Anne Applebaum (Penguin Random House, 2021). Imposible no pensar que la división de sociedades que describe no aplique al México de tufo autoritario, mentiroso, reciclado. Inicia con Polonia, donde vive: ahí el gobierno inventa enemigos; presiona a jueces para dictar resoluciones a conveniencia; emisoras públicas controladas para difundir mentiras; sustituye funcionarios de carrera por incondicionales. “El objetivo no es que el gobierno funcione mejor, sino hacerlo más partidista”. Y concluye: “Dadas las condiciones, cualquier sociedad puede dar la espalda a la democracia”. Recuerda los temores de Platón a las falsas palabras del demagogo. Los miedos de Alexander Hamilton sobre líderes corruptos, y las previsiones con los otros padres fundadores estadounidenses para evitar que hombres con “bajas intrigas y pequeñas artes de popularidad” (como Trump) fueran presidentes de Estados Unidos: buscaron fundar su democracia en el debate racional, la razón y la voluntad de negociación, reconociendo que la naturaleza humana es imperfecta. Diseñaron un sistema basado en la separación de poderes, y de mecanismos de control mutuo, que alentara a las personas  a comportarse mejor. Cita a Hannah Arendt, estudiosa del totalitarismo, quien identificó la “personalidad autoritaria”: un individuo radicalmente solitario, que “basa su percepción de tener un lugar en el mundo únicamente en su pertenencia a un movimiento”. Y de Karen Stenner toma: el autoritarismo “es algo que atrae a las personas que no toleran la complejidad. Es anti-pluralista; recela de personas con ideas distintas, y es alérgico a los debates”.

El Estado unipartidista antiliberal hoy está presente en Cuba, Nicaragua, Venezuela, China, Polonia, Hungría. Se desarrolló por Lenin como forma de organización por odios políticos, lo que ahora reproducen autócratas de otros lares. Buscan el poder ya para ideologías de izquierda, ya de derecha. El Estado unipartidista bolchevique no era solo antidemocrático: era también anticompetitivo y anti-meritocrático. Expone la atracción que ejerce el autoritarismo en las personas resentidas o fracasadas; mismo que promueve la ausencia de inteligencia por ser ello la mejor garantía de lealtad. Estos movimientos dependen de una Gran Mentira o una Mediana, como la de Trump cuando entró en la política divulgando que Barack Obama no nació en Estados Unidos.

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Analiza a fondo a “políticos nostálgicos”, como el primer ministro inglés que sacó a Inglaterra de la Unión Europea, a Orbán de Hungría, o a Abascal, líder de Vox en España: “artífices de mitos y de proyectos nacionalistas”, que desean “reconstruir el hogar perdido y reparar las lagunas de la memoria”. Por eso no es casual que la “nostalgia restauradora” a menudo vaya de la mano de mentiras y teorías conspiracionistas, como demuestra. Exhiben una mentalidad simplista: les disgusta la pluralidad, prefieren la unidad, y por lo tanto, les enfada la diversidad de opiniones (en sociedades abiertas la gente se siente en paz con su respeto a otras ideas divergentes en política, religión o sexualidad).

En muchas democracias no existe un debate compartido o una narrativa común. Hoy se propagan relatos falsos, engañosos, unilaterales (como en mañaneras). Los propios algoritmos de las redes sociales fomentan falsas percepciones, y favorecen las emociones, sobre todo ira y miedo; estas redes configuran el modo en que políticos y periodistas interpretan el mundo; y la polarización ha pasado del mundo digital al mundo real. El resultado es una desconfianza a la política, a las normas e instituciones. En las conversaciones en línea se puede ser anónimo, sin responsabilizarse de lo que dice. Así se escuchan ruidos extremistas, clasistas, racistas, machistas, en lugar de la armonía del mundo. Anne sugiere elegir amigos y aliados para evitar autoritarismo. Juntos luchar contra mentiras, respetar a los otros, y repensar la democracia, la que siempre ha exigido de los ciudadanos: participación, debate, esfuerzo, lucha.


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