Y Jaime Herrera, ¿cuándo se va?

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La perversa, sinvergüenza e ilegal estancia de Jaime Herrera en la Secretaría de Hacienda no sólo contradice las leyes que se supone dan sustento a un Estado democrático, sino que además él incide en la burla hacia los chihuahuenses y, con ayuda de algunos medios que guardan la crítica para mejor ocasión, se hace aparecer como el estratega que no es. Así, para dar a conocer una "calificación triple A" en calidad crediticia para Chihuahua (que el duartismo ha estado cacareando desde hace varios días), Herrera se tuvo que rodear de al menos tres colaboradores, convocar a todos los medios y centrar su mensaje en que, gracias a la bien pagada Fitch Ratings (empresa dedicada a vender calificaciones), la estructura financiera del estado es, aparentemente, "sólida y sin riesgos".

A Herrera, como el arquitecto (bueno, les gusta llamarlo ingeniero) financiero de la debacle crediticia que es, no halla cómo resarcir el peso de los más de 42 mil millones de pesos que debe la entidad, o mejor dicho, los chihuahuenses. Por eso se dedica a contrarrestar la imagen que en la realidad se ha ganado a pulso entre la colectividad, como operador de los depósitos multimillonarios de las arcas públicas a Unión Progreso, del que es inversionista y representante legal, para dar paso a la creación del banco del mismo nombre.

Este es el principal apuro de Herrera -y de Duarte y sus cómplices- porque en los próximos días (14 y 16 de febrero) tienen sendas reuniones los accionistas de las financieras que han decidido fusionarse (Akala y Unión Progreso) para aprobar la serie de requisitos que la Comisión Nacional Bancaria y de Valores les impusiera (por ejemplo los 65 millones del famoso Fideicomiso de Duarte y su esposa) para darles el sí definitivo en el funcionamiento del nuevo banco del gobernador, luego de que el pasado 21 de marzo de 2014, la Junta de Gobierno de esa institución autorizó que Banco Progreso de Chihuahua opere como "institución de banca múltiple con objeto social acotado".

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Y si Duarte se pasea en California, comprando certificaciones penitenciarias, Herrera hace lo suyo con Fitch Ratings, en aras de prepararse un terreno blandito para llegar bendecido por la calificadora norteamericana en el asunto del Banco Progreso. Es decir, ni al cacique ni al monigote que tiene como operador de sus transas les importa la opinión de los chihuahuenses; lo que les importa es lo que desde fuera se diga de ellos, siempre que sea comprado en el mayor mercado del mundo. Algo así como lo que Peña Nieto hizo al principio de su sexenio: esperar que el exterior hable bien de él para sentirse fortalecido. Pero como sabemos, la realidad se impone, ya ve usted cómo derribó los alfileres sobre los cuales estaba parado Peña Nieto. El resto es historia, la cual no queremos superar, por supuesto; pero algo de análogo tiene con el caso Chihuahua. Esperemos que este 28 de febrero, la ciudadanía termine de derribar esos alfileres sobre los que Duarte y sus compinches están tambaleándose.


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