Los votantes estadunidenses tienen hoy la gran oportunidad de dar una señal del más básico sentido común.
Por el bien de Estados Unidos y de la comunidad internacional, esperemos que el resultado de esta importante jornada electoral, a celebrarse hoy en varios estados de la Unión Americana, ponga finalmente un obstáculo a la xenofobia, superficialidad e improvisación política de Donald Trump, en sus aspiraciones de alcanzar la candidatura presidencial republicana.
En el mapa preelectoral no hay otra fecha más importante para comenzar a descarrilar la fortaleza de este empresario, como número uno en la contienda de su partido. El “súper martes” es crucial por el alto número de estados con primarias y también por el significativo número de delegados en juego. Los republicanos saldrán a votar en Texas, Colorado, Minnesota, Oklahoma, Arkansas, Alabama, Tennessee, Georgia, Virginia, Massachusetts, Vermont, Alaska y Wyoming. En ellos, 595 delegados habrán de ser electos, alcanzando así la definición del 30% del total de los apoyos disponibles entre los principales candidatos republicanos.
En esta lógica, el “súper martes”, más que representar un simple conjunto de resultados electorales, puede constituir en sí mismo un profundo efecto sicológico sobre los votantes y, por consecuencia, en la forma como perciben el rumbo de la contienda partidista.
Así, el de hoy podría ser el fin de la carrera de fórmulas como la del republicano Ben Carson; pero también, derrotas en algunos estados e inclusive márgenes estrechos de victoria para Trump, que se convierten en elementos necesarios para generar efectos bola de nieve en favor de alternativas más moderadas como las de Ted Cruz o Marco Rubio, en lo que resta del proceso de selección.
Ahora bien, la candidatura de Donald Trump conlleva riesgos serios. La comunidad internacional no puede estar sujeta a la ignorancia del empresario en temas de orden mundial, bajo una marcada política de conflicto e imposición. Hoy, más que nunca, los desafíos en materia de seguridad, recuperación económica y cambio climático, necesitan del acuerdo multilateral para poder superarse. Son retos que Trump no resolverá con el simple despliegue del Ejército de su país o con el levantamiento de muros fronterizos, ni mucho menos con la ocurrencia y el discurso incendiario.
En esta coyuntura, los propios estadunidenses tampoco están a salvo de Trump. Su xenofobia le ha merecido apoyos explícitos de organizaciones como el Ku Klux Klan y el Partido Nazi Americano. Comunidades de inmigrantes con alto valor para la economía de Estados Unidos estarían bajo la amenaza constante de la deportación, el abuso por parte de otros grupos sociales o el monitoreo inhumano de la autoridad, como ya lo ha propuesto abiertamente el propio Trump.
Hace unos días, el presidente Barack Obama señaló que Donald Trump no puede ser Presidente de Estados Unidos. Y está en lo correcto, ya que esta potencia mundial es totalmente distinta a un programa de televisión, una agencia de publicidad o una empresa inmobiliaria. Sin embargo, ahora corresponde a los votantes republicanos pronunciarse sobre la calidad de las ideas dominantes en su partido.
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