Ubiquémonos, estamos ante una nueva realidad

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“Estoy extraviada”, escribí por el chat familiar un domingo muy temprano. Apenas amanecía cuando ya estaba corriendo a buscar alguna cafetería abierta e intentando conocer un poco esa ciudad de clima magnífico y aire limpio. A mi regreso de pronto los caminos me parecieron casi idénticos, así que aguardé un rato más a que alguien de la familia diera señales de vida en su teléfono celular. En cuanto leyeron el mensaje de inmediato una de mis hijas respondió: “mamá, manda tu ubicación”.

De inmediato me acerqué a la esquina más cercana para tomar una foto del nombre de la calle y la mandé al chat familiar y la respuesta no se hizo esperar: ¿pero qué es esto? ¿Por qué mandas esa foto? Para entonces ya me había asegurado de tomar la segunda foto del nombre de la calle que tenía frente a mí , pero ya no alcancé a enviarla pues la respuesta que recibí fue contundente: “mamá ya no te muevas de donde estás, que de alguna manera te encontraremos”.

Hoy ya soy parte de ese club de millones de seres humanos que vamos aprendiendo sobre aquello que hasta [hace] muy poco, simple y sencillamente no existía y difícilmente imaginábamos.

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Es urgente “ubicarnos” si lo que queremos es primero tratar de entender con seriedad y responsabilidad qué está sucediendo en nuestro país y también en el mundo. Los métodos tradicionales para conocer tendencias, ánimos, preferencias, rechazos, etcétera, están por mucho rebasados y la información que arrojan apenas permiten mirar y comprender a unos cuantos.

La frustración crece y la incomprensión sobre la realidad se fortalece. Esta realidad se está viviendo en las familias, donde de pronto los hijos regresan o ya nunca se van; o un buen número de mujeres jóvenes, fuertes y preparadas en lo laboral, competentes y trabajadoras, eligen la sumisión en sus relaciones de pareja y entregan el poder a alguien más a cambio de no “estar solas”. Como diría la Dra. Julia Borbolla, “poderosas en lo de fuera, pero con el síndrome de Sara García frente a sus parejas”.

Las redes sociales han revolucionado nuestro mundo, nuestras vidas, y sus aportes son extraordinarios. A la vez, son también para otros miles el camino para expresar sus reclamos, indignación; son líneas veloces donde el odio y la agresión invaden nuestras vidas y sin duda logran destruir y acabar día a día con más de una.

Las campañas tradicionales ya no funcionan en las empresas y los afamados estudios de mercado suelen dejar fuera elementos fundamentales para tomar decisiones, porque frente a sectores de la población y realidades que han cambiado radicalmente, los estados financieros trimestrales son del todo insuficientes.

Los noticieros y programas que por años alcanzaron altos ratings hoy ven desplomar su audiencia. No sólo los jóvenes, sino sectores tradicionalmente leales buscan otras voces y también nuevas opciones.
La política es tal vez la manifestación más clara de esta brutal distancia entre la realidad y la resistencia para transformar instituciones y formas de operar. Creo firmemente que es el tiempo de los antropólogos sociales, de escuchar a quienes están dispuestos a procesos de inmersión con los distintos grupos de ciudadanos para, sólo así, comprender de mejor manera sus anhelos y también su hartazgo y profundo enojo. El intento cotidiano por responder como siempre a una sociedad cuyas expectativas cambiaron exponencialmente desde que pudieron asomarse a mundos distantes e incluso inimaginables a través de la tecnología, amplía la brecha de insatisfacción y por ende los reclamos.

Si hasta hace poco los ciudadanos daban por hecho que la impunidad y corrupción eran parte de un andamiaje en nuestro sistema político, ahora ya no es así. Si los partidos cerraron por años las puertas a los ciudadanos y entre grupos se repartían prebendas y beneficios, pues ya algunos independientes se llevaron buena parte de sus electores y se rebelaron para hacer sentir su fuerza y su rechazo.

O nos ubicamos, o corremos altísimos riegos de generar mayor inequidad, de fortalecer los incentivos para el odio y de abonar los caminos para personajes siniestros como Trump en Estados Unidos; para Chávez y ahora Maduro, en Venezuela, y para los demagogos y/o autoritarios en nuestro país.

No basta con mandar nuestra ubicación a otros, tenemos que ubicarnos en medio de los otros, y ser capaces de entender sus motivaciones y realidades, su indignación y dolor y también sus anhelos y demandas. Esta “rebeldía” ciudadana debe ser el gran acicate para transformar lo que está pendiente. De otra manera los riesgos serán crecientes y será inútil enviar una ubicación, cuando del otro lado ya no exista alguien, porque hace rato y después de larga espera, decidió ir a otra parte.


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