Si hay un país en el mundo donde a la clase trabajadora le sobraron motivos para manifestarse el pasado Primero de Mayo, ese fue los Estados Unidos. Paradójico que en la nación donde hace 139 años se dio una de las peores represiones contra el movimiento de huelga de 200 mil obreros que desencadenó la revuelta de Haymarket Square, donde fueron detenidos y procesados ocho trabajadores, cinco de ellos sentenciados a la pena de muerte, cuyo sacrificio quedó acuñado para la historia como “Los Mártires de Chicago”, ahora se busque desaparecer los derechos ganados con la sangre y el sacrificio de pasadas luchas sociales.
Ahora, el empresario-presidente, Donald Trump, emprende una de las peores represiones laborales al anunciar el despido masivo de un millón de empleados gubernamentales, anulando mediante una orden ejecutiva, su derecho a la libre asociación y a la negociación colectiva.
Hace más de un siglo los obreros estadounidenses enfrentaban una terrible explotación al ser obligados a laborar jornadas de 12 y hasta 16 horas diarias, motivo por el cual una de sus principales demandas en el movimiento del Primero de Mayo de 1886, era el lograr una jornada de ocho horas: Dos décadas después en México y tras las huelgas de Cananea (1906), y Río Blanco (1907), la historia se repitió pues al exigir los mineros y trabajadores de la industria textil, salarios y horarios de trabajo más justos, fueron brutalmente reprimidos.
Estas cobardes masacres cometidas por el gobierno del Dictador Porfirio Díaz, fueron parte del detonante del movimiento armado de 1910 y bandera de los nacientes organizaciones que como el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), fundado el 14 de diciembre del 1914, retomaron la exigencia de reivindicaciones tales como la jornada de ocho horas, derecho a huelga, salarios más justos y derecho a la atención médica, que años más tarde se cristalizaron en el artículo 123 de la Constitución de 1917.
Ahora, mediante sus órdenes ejecutivas, el gabinete de ultraderecha de Trump busca borrar todo el legado de lucha de la clase trabajadora en su país, en una involución histórica que pretende cerrar los ojos a los “Mártires de Chicago”, ignorando que su miopía laboral puede derivar en un movimiento social de mayores proporciones al registrado hace más de un siglo.
La Federación Americana de Empleados Gubernamentales (AFGE), ha anunciado que no se quedará cruzada de brazos ante la irracional embestida de Trump y ya pacta una alianza de clase con la poderosa AFIL-CIO, la central obrera más influyente e importante de la Unión Americana.
A este generalizado y creciente descontento, debe sumarse los diez mil despidos que ya se han aplicado en el sector salud estadounidense, entre los que se incluyen a destacados investigadores y científicos a los que el gabinete de ultraderecha pretende exigirles que expliquen en qué consiste la importancia de su labor.
Pero también son ya miles y miles los norteamericanos indignados con los recortes a las universidades, la salud y la educación. Esta indignación está generalizándose en la clase obrera de todo el mundo, generando un proceso de solidaridad internacional que no dudará en apoyar a los trabajadores a los que Trump pretende pisotear sus derechos laborales.
El espíritu que alentó la lucha de los “Mártires de Chicago”, puede resurgir con mayor fuerza ante un gabinete de multimillonarios neoliberales que pretenden desaparecer los derechos ganados por más de un siglo por la clase trabajadora de la principal potencia capitalista del orbe.
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