La noticia del incidente terrorista en la denominada Ciudad Luz de Víctor Hugo, corrió como reguero de pólvora en el mundo entero, repudiando la cobarde acción, calificando el acontecimiento como lamentable y desgarrador atentado que atropella la paz y la humanidad.
La reacción de los principales líderes no se hizo esperar y la condena ha sido unánime, porque no existe justificación alguna en la comisión de estas atrocidades.
Adicionalmente, por el lugar donde ocurrió, pues existen sitios simbólicos en el mundo sobresalientes por su historia, su cultura y las maravillas artísticas que poseen, uno de éstos es París, referente obligado prácticamente en todos sentidos, destacando entre otras cosas por su lucha a favor de las libertades, sustento de la revolución francesa e inspiración de nuestra Constitución de 1857.
Cuando ocurren actos de esa naturaleza, el impacto que ocasiona traspasa las fronteras y los continentes, poniendo en alerta a los pueblos y su gente. Al final resulta un contrasentido, pues se trata de una manera cruel, despiadada y carente de escrúpulos para extorsionar a las sociedades o gobiernos, sacrificando personas inocentes. Imposible sostener una causa justa y luchar por ella con acciones injustas y deplorables.
La moderna civilización rechaza la violencia, provenga de donde provenga, no obstante se siguen presentando conflictos de esa naturaleza, sin embargo, ninguno es comparable con la táctica de grupos u organizaciones radicales que utilizan de forma sistemática el terror, a través de acciones violentas con el afán de coaccionar.
Sin duda sus connotaciones de carácter político, encierran grandes cargas emocionales, el terror que produce en la colectividad es una de ellas. Se atribuyen razones de diferente índole, como nacionalistas, religiosas, racistas, políticas y algunas otras, ninguna justifica lo abominable de sus crímenes.
En consecuencia, si es imposible la existencia de una causa justa que sostenga actuar con violencia y atentar contra la vida de inocentes, ese tipo de conductas son el resultado simplemente de mentes desquiciadas cuya pretensión es dominar a los demás.
El recurrir al desastre, al horror y provocar terror, son acciones que impactan al mundo entero, tácticas que atentan contra las libertades más elementales de las personas y de los sistemas democráticos, dan pauta a una indescriptible confusión y obtienen un contundente y generalizado repudio.
¡El que siembra discordias, cosecha rencores!
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