Rescatar al PAN

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Ayer confirmé mi decisión de presentar mi candidatura a la Presidencia Nacional de Acción Nacional. Desde que soy miembro del Partido – hace casi 33 años – he considerado que encabezarlo es uno de los mayores honores y de las más altas responsabilidades que uno puede tener en la vida. He sido formado por el PAN; en muchos aspectos soy su hechura. Me incorporé a él cuando tenía 15 años de edad y me condujo una especie de instinto por lo que es justo. Llegué por mi propia voluntad, desafiando varias recomendaciones de que no lo hiciera, pero ya entonces me sacudía un fuego interno contra la simulación oficial, la mentira en los medios y el fraude electoral descarado.

He realizado todas las tareas que el Partido me ha pedido: he pintado bardas, repartido volantes, perifoneo, representante de casilla, capacitador, mitinero, secretario municipal, dirigente estatal, miembro del CEN, consejero nacional, porque así es la vida partidaria; uno entrelaza a su apellido, a su biografía personal, la pertenencia al partido. Por ello desde siempre he agregado a mi cuna, a mi profesión, a mi trabajo,     mi afiliación: panista. Hasta hace poco, por donde anduviera, podía gastarme horas enteras en una sola persona para hablarle del PAN, y tratar de sumarla a las filas. Confieso que en los últimos años dejé de hacerlo. Me daba cierta pena invitar a personas viendo lo que estaba pasando en el Partido. Una evolución hacia lo peor en varios sentidos.

Después de platicarlo con mi familia y varios amigos, estoy listo para encabezar una profunda reforma del Partido. Recuperar al PAN en sus mas puras esencias, volverlo a su cauce democrático, y a su misión ética y civilizatoria. Esta tarea la considero uno de los retos en el mayor interés para la Nación. México necesita a Acción Nacional, pero fiel a su origen.

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La candidatura, presumiblemente de unidad, que busca imponer el consorcio que detenta el poder en el Partido, no puede ser la respuesta a los que nos está pasando. Mucho menos decir que quien compita frente a ello, lo que pretende es dividir, que atenta contra la unidad. Al PAN nunca lo ha debilitado la competencia interna, lo ha debilitado la corrupción, el compadrazgo, la ineptitud, la onda grupera. Nos tiene donde estamos, el silencio cómplice y el atroz individualismo que muchos compañeros toman, viendo sólo por su interés.

El Partido necesita una renovación profunda y desatarlo de su acuerpamiento con el gobierno de Enrique Peña Nieto, que mantiene al Partido indiferente frente a la corrupción que enloda al Presidente y buena parte del gabinete; el contubernio que se da en no pocas entidades entre directivos locales y gobernadores corruptos.

No está fácil, estoy consciente de la cuesta arriba, a la luz de la dinámica de grupos que hoy define en mucho la vida del Partido. Pero también conozco la fuerza de la militancia cuando se decide enfrentar la línea, oponerse a las cargadas , desafiar los cacicazgos. Por eso propuse hace dos años la elección del Presidente del Partido por el voto directo de los militantes. Y porque ya varias veces las bases han desafiado a las facciones que los quieren tratar como objetos de su propiedad y no como personas libres, con voluntad e inteligencia para decidir su propio futuro.

Estamos inmersos en una crisis de credibilidad ante el electorado, que no se circunscribe en modo alguno solo a la dirigencia nacional, está muy extendida en comités estatales y municipales, abarca a una buena parte de la militancia. Hemos obtenido los peores resultados de los ultimos treinta años, y lo más grave, en el momento de mayor repudio y desconfianza en el gobierno. ¿Cuándo si no ahora, para acudir al doloroso llamado de Acción Nacional?.

Hay una desviación de los principios que nos dieron vida. Si el PAN no regresa a la persona, como el concepto fundamental en torno del cual debe girar toda la acción política, seguiremos navegando sin brújula. Si el PAN no vuelve a la tarea esencial de construir ciudadanía, la democracia será una imposibilidad.

Un partido que ha luchado por la verdad en la vida pública no puede en un momento clave de su historia recurrir al autoengaño. Desde sus orígenes Acción Nacional vio por sus estructuras, por su ideario, cimentó una cultura partidaria basada en el respeto, el debate y la verdad. Cuando Gómez Morín dijo que no haya ilusos para que no haya desilusionados habló de la verdad que se requiere para ser panista. Sofismas nunca faltarán para engañarnos; sin embargo Valor es lo que se requiere para mantenerse en la brega.

Traigo una genuina intención de colaborar en un momento en el que veo una decadencia, una especie de demolición ética y política. Me gustaría que la contienda oreara el debate entre nosotros, proponer ideas que nos vuelvan a dar fuerza, que nos entusiasmen, que nos reanimen, que nos vuelvan a hacer sentir orgullosos de pertenecer al PAN, que volvamos a discutir soluciones a los graves problemas del país. El PAN recuperando el más hondo motivo de su presencia en la política no puede dejar de ver y afrontar el tema de la brutal desigualdad social.

No puede haber una democracia política sin una democracia social que respete a cada uno de sus habitantes como personas dignas.

No busco tajadas, ni negociar nada, eso sería lo más fácil. El problema no son los pedazos que nos podamos quedar del PAN, así nada se reconstruye. Debemos estar para rescatar al PAN completo. Quiero cimbrarlo, estrujar la conciencia del Partido, recordarles a tantas mujeres y hombres de buena voluntad – y que les duela -, la indiferencia y la distancia que han tomado mientras se demuele a una institución que tiene la historia y los valores de la nuestra.

En el PAN nunca la hemos tenido fácil. La mayoría del panismo viene de ese talante. No cuento con la estructura de los grupos, es cierto; tampoco con dinero. Pero no voy a comprar votos y no pienso contratar un solo operador. Quiero convencer la libre voluntad y mover a la acción. Simplemente voy a organizar y articular la rebelión de las bases. Traigo las mejores armas, las que Gómez Morín llamó irresistibles: las ideas, los valores del alma. “Ni tenemos otras, ni las hay mejores”.


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