Reforma Política del DF

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Hoy tenemos ante nosotros un escenario alentador de transformación de la ciudad. Evolución que estaba en deuda desde 1996.

En la aprobación de la Reforma Política del Distrito Federal quienes ganan son los ciudadanos.

Es cierto que es un triunfo de la política. Política de debate, de definiciones, con matices, pero siempre con el beneficio de los capitalinos en mente.

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Se vencieron envidias y obstáculos políticos que han mantenido a la ciudad en franco relego en comparación con los otros estados y a los capitalinos como habitantes de segunda categoría, sin goce pleno de todos nuestros derechos.

Hoy tenemos ante nosotros un escenario alentador de transformación de la ciudad. Evolución que estaba en deuda desde 1996 cuando sólo se reformó la forma de elegir al jefe de Gobierno, pero dejando limitados a los jefes delegacionales.

La aprobación que la Cámara de Diputados hizo a la Reforma Constitucional —y que ahora regresa de nuevo a la cancha de los senadores— concluye este proceso de desarrollo que fortalece a los ciudadanos.

Y es menester reconocer el mérito del jefe de Gobierno al impulsar la conformación del Constituyente que redactará la primera Constitución de la Ciudad de México.

La integración de esta Asamblea Constituyente, que dará forma a nuestra Carta Magna, fue la medida idónea para dar forma y garantizar la imparcialidad de lo que será nuestra carta de nacimiento como estado.

Sin embargo, entre las bondades encontramos las mezquindades.

Acción Nacional legisló y votó para los ciudadanos y no para el partido político, tal como sí lo hizo Morena al defender lo indefendible.

La paranoia —característica de la ideología política del partido de Andrés Manuel López Obrador— llevó a los diputados de su partido a votar en contra de un proyecto que no tiene otro objetivo que garantizar la madurez de nuestra ciudad.

Rechazaron la integración de la Asamblea Constituyente compuesta por 100 ciudadanos —60 que serán electos en votación de los ciudadanos y el resto por designación del Congreso de la Unión, y los ejecutivos local y federal.

Esperemos que los diputados de Morena mantengan su clara convicción cuando la Cámara de Diputados proponga a 14 integrantes del Constituyente, y no exijan una cuota que crean les corresponde e intenten polarizar de nueva cuenta la creación del estado 32.

Con esto se garantizará por fin la coordinación entre los gobiernos federal y local, con lo que se delimita la injerencia de la Federación en los asuntos que sólo impactan a los capitalinos.

Por otra parte, las delegaciones políticas tendrán un cambio sustancial. Se convertirán en demarcaciones territoriales gobernadas por un alcalde y concejales. Esto les permitirá tener mayores facultades y responsabilidades, dejando de ser meros funcionarios administrativos.

Finalmente, tenemos a la Asamblea Legislativa, la cual se convierte en el Congreso local de la Ciudad de México, y que se le excluye del Constituyente con el fin de evitar que se politice un proceso que por su naturaleza debe ser independiente.

Triunfó la política de los ciudadanos. Se impuso la lógica sobre la cerrazón partidista y se dan a los ciudadanos las herramientas para que elijan a quienes escribirán el futuro de la nueva Ciudad de México.


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