Recapitulando (Segunda parte)

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¿Hasta cuándo nos atreveremos a construir un país en el que cada mexicano se sienta y se conduzca como dueño del mismo?

"Lo único que hace falta para que triunfen los malos es que los buenos no hagamos nada". Winston Churchill

La corrupción política ha alcanzado niveles nauseabundos en nuestro país. Ha contribuido a que politicastros sin escrúpulos se gasten dinero público en palacetes de ensueño, usted ponga los ejemplos, estimado lector, en carros de marca que ni en sus más locos sueños podrá tener nunca estacionados en su cochera, en depósitos en cuentas gordas en la banca de las Bahamas o de Suiza, a nombre propio o de cómplices de la misma ralea, en jugadas de casino, en parrandas de pronóstico reservado. Sinvergüenzas por principio con vestimenta de probos. ¿Cómo puede haber bienestar generalizado en estos términos? Por eso la desconfianza y el descrédito en todo lo que huela a gobierno, autoridades o administración pública, están al orden del día. No obstante, para llegar a estos linderos, se requiere de dos actores. De los rateros, y de quienes se han hecho de la vista gorda ante el delito perpetrado, muchas veces en sus narices.

Les pedí a varios amigos que desde su ciudadana visión me dijeran cómo se contribuye a la corrupción institucionalizada. Les comparto algo de lo recabado.

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“La autocrítica – me manifestó mi amiga – es sana y deseable, de modo que hay que zambullirnos en nosotros, primero, para iniciar el ejercicio”. Tiene razón. El buen juez por su casa empieza. “La prensa – me compartió un amigo lector consuetudinario de cuanto tenga que ver con México, con su clase política, se bebe diarios nacionales y locales, amén de internacionales, gusta de contenidos editoriales, agudo crítico – tiene mucho que ver en este dislate, se guardan información y la van entregando a pedacitos, según sea el billete, la publicidad gubernamental comprada o las leyes que le favorezcan”.

¿Y qué tal los jueces, Esther – apuntó otro – que se venden al mejor postor, que se pasan por el arco del triunfo la ley, y liberan criminales de cuello blanco, o políticos ladrones, mafiosos y de todo género indeseable, para que sigan jo…? No me vas a decir que estos son limpios y puros. La inocencia o la culpabilidad dependen del monto$$$$$ que les entreguen”. “¿Y cómo ves a los empresarios que tuercen la ley a su favor para darle a su negocio “pa” delante, aunque 100 leyes lo prohíban, mediante “donativos” significativos a campañas electorales, o a funcionarios ladrones? “¿Y qué hay del capitán de empresa que contrata a los mejores fiscalistas para no pagar o pagar menos a Hacienda? Mucha ética ¿verdad? Hasta van a misa los muy cínicos y se dan baños de pureza”. “¿Y dónde ubicas al ‘respetable ciudadano’ que se consigue incapacidades en su clínica para no ir a trabajar, o que cobra beneficios que no le corresponden de programas públicos? ¿Y a los maestros talegones que cobran por ir a desgraciar inteligencias y encochinar conciencias, en detrimento de los que sí merecen estar en un salón de clases y antes que ellos a millones de niños y jóvenes? ¿Y el carnicero que vende kilos de 800 gramos?”.

De modo que aquí nadie se libra de la parte que le corresponde, sobre todo en un país en el que el político que no roba y miente, es considerado como un “pobre político”, e igual, en el común de la mentalidad instaurada, quien es honorable es un pen… Además, tener a tanto funcionario público peleado con la honradez, le sirve a la población para limpiarse de culpas y cargárselas todas a ellos. Es más fácil así ¿verdad? Nada más que esto nos exhibe como un montón de egoístas, fieles integrantes de una sociedad sin estructura alguna, con una educación mediocre y con una formación ayuna de principios éticos. Por eso los mesías de pacotilla siguen teniendo eco entre los mexicanos, cualquier lagartón con lengua larga puede prometer el oro y el moro y sumar adeptos, si es negocio redondo para los populistas de medio pelo. “No tenemos arreglo los mexicanos, Esther”. Me recalcó un buen amigo. Y yo rebato, pues a lo mejor tienes razón, pero eso no autoriza al gobierno a seguir actuando como lo hace, solapando sinvergüenzas y premiándolos con puestos más altos, para que sigan medrando, en la absoluta impunidad. Hechos son amores, no discursos rimbombantes para actos mediáticos, que le preparan otros por paga al Presidente de la República. Pura palabrería insustancial, que sirve para dos cosas, para nada y para nada.

Es lo que hay, estimados amigos. ¿Hasta cuándo nos atreveremos a construir un país en el que cada mexicano se sienta y se conduzca como dueño del mismo, y los que ejerzan el poder público y temporal, como simples servidores, a secas?


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