Los partidos políticos de oposición en México se encuentran frente a una coyuntura complicada, pues no sólo tienen que enfrentar a un adversario poderoso que cuenta con una maquinaria electoral y una clientela política que participa gracias a los programas sociales y la propaganda que les ha enseñado que éstos existen gracias al expresidente López Obrador, sino que también deben adaptarse a las nuevas circunstancias y buscar ofrecer una propuesta atractiva para los ciudadanos a fin de recuperar la competitividad en las urnas.
Esto los obliga a revisar sus propuestas históricas, imagen y candidaturas, a fin de atraer a un electorado cada vez más alejado de estas fuerzas políticas.
Veamos el caso del PAN, partido que, si bien es la segunda fuerza electoral luego de las elecciones de 2024, en encuestas recientes se le ubican por debajo del umbral del 10% de las intenciones de voto, algo que se podría reflejar en el resultado de los comicios de 2027.
Su votación ha descendido de los 12 millones 732 mil 630 votos obtenidos en la elección presidencial de 2012 a los 9 millones 644 mil 918 de la de 2024, con una tendencia que podría continuar su ruta a la baja en las siguientes votaciones.
En los mensajes de sus dirigentes y algunos de sus militantes más activos en redes sociales, se comenta que el resultado obtenido en la pasada elección presidencial se debió al abandono de sus banderas históricas –defensa de la vida, rechazo al aborto, cesión a posturas de izquierda, entre otras– y que la manera de recuperar los votos perdidos es regresando a las propuestas que le dieron vida desde la década de los años 40 del siglo pasado.
Esto podría ser útil de cara a su voto duro, es decir, ante quienes tradicionalmente han votado por dicho partido por compartir sus banderas históricas, algo que ya no alcanza ganar una elección ante el cambio demográfico que ha tenido lugar en el país, pues el electorado hoy vota más por economía, seguridad y corrupción que por temas valóricos, como los que tradicionalmente enarbola el blanquiazul.
Así que Acción Nacional se enfrenta a una disyuntiva llamativa: abandonar sus propuestas históricas –quizá matizarlas– o hacer un cambio para atraer nuevos electores y no ver como su votación se reduce comicio tras comicio.
Pero el PAN aún tiene margen de maniobra en esta coyuntura, pues no necesita abandonar sus principios de inicio, pero sí volver a priorizar su mensaje y renovar su liderazgo con otras figuras –Santiago Taboada puede ser un ejemplo de esto–, para desvincular al partido de los debates más tóxicos (aborto, LGBT+) que lo alejan de ciertos sectores sociales que pudieran estar desencantados con Morena, así como enfocarse en temas ganadores –como seguridad, corrupción, empleo, salud– y competir en territorios urbanos sin depender solo del voto conservador.
También podría atraer a clases medias con un mensaje de eficiencia gubernamental y aprovechar las contradicciones de Morena en un esfuerzo en el que se pueda modernizar de forma estratégica, manteniendo algunos valores históricos, pero evitando que los temas más conflictivos (como aborto o eutanasia) definan su imagen pública.
La pregunta en este punto es si existe la voluntad política en el Partido para hacer un esfuerzo de esta naturaleza, presentando nuevos candidatos y buscando recuperar la confianza ciudadana, porque para esto ya van tarde y si la dirigencia nacional del blanquiazul continúa con declaraciones llamativas, pero que no abonan a alcanzar para que recupere el estatus de contrapeso en el escenario político, entonces seguiremos viendo como el PAN se hace, cada elección, más chico.
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