¿Por qué murió Bantú?

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El deterioro de la calidad de vida de los animales habitantes de los zoológicos de la ciudad ha sido cuestionado desde tiempo atrás.

La Ciudad de México y el Zoológico de Chapultepec están de luto por la muerte de Bantú, el imponente gorila de 1.80 metros y 220 kilogramos que falleció a consecuencia de un paro cardiorrespiratorio mientras era sedado para ser trasladado a Guadalajara para su reproducción.

¿Accidente, desidia o ignorancia? La muerte del único gorila que había nacido en cautiverio en Chapultepec hace casi 25 años está rodeada de dudas más que de certezas, al más puro estilo que sólo la administración de Tanya Müller puede armar.

Con proyectos tan mal implementados como la fallida restricción a la circulación de vehículos con base en su antigüedad, el deprimido en Mixcoac, la imperante corrupción en los verificentros, Müller se caracteriza por una accidentada y cuestionada gestión con una larga lista de fracasos.

La situación de deterioro y calidad de vida de los animales habitantes de los zoológicos de la Ciudad de México —Chapultepec, Aragón y Los Coyotes— ha sido cuestionada desde tiempo atrás y ha sido materia prima de medios de comunicación.

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Para mejorar la calidad de sus servicios y garantizar la vida tranquila y de calidad de los animales se han realizado inversiones millonarias, integrado fideicomisos con participación privada y hasta donaciones.

No obstante, el deterioro de los zoológicos ha sido evidenciado: robo de medicinas y alimentos, y hasta el trato inadecuado a los animales. No en vano los cinco decesos que han registrado los zoológicos de la ciudad en los últimos dos años.

Jambi, el orangután; Khartoum, el rinoceronte; Lio, el chimpancé; Maggie, la elefante; y hoy Bantú, el gorila. Enfermedades, muertes espontáneas, sobredosis de anestesia y hasta una eutanasia. Decesos por los cuales las autoridades encargadas de la vida silvestre en cautiverio sólo han justificado.

El caso de Bantú ha sentado precedente con la separación de Juan Arturo Rivera Rebolledo, quien se desempeñaba como director general de Zoológicos y Vida Silvestre de la Sedema.

Para su traslado, Bantú contaba con un equipo de 20 médicos que lo acompañaría y resguardaría su salud. Todo lo contrario ocurrió. Y pese a que la titular de la Secretaría de Medio Ambiente (Sedema), Tanya Müller, ha deslindado cualquier negligencia, la separación del funcionario sugiere lo contrario.

La administración de Müller al frente de la Sedema suma otro fracaso, otro accidente o, por decir lo menos, otra negligencia.

Al gorila le auguraban una larga vida, era un ejemplar sano, viajaría a Guadalajara para reproducirse con una o dos hembras, pero su corazón no resistió los 3.15 mililitros de anestesia de una primera dosis y 1.5 mililitros de una segunda. La sobredosis terminó con una vida saludable y sin registro de enfermedades.

Bantú es hoy un titular de los medios de comunicación, pero de fondo es un síntoma de la fallida administración de Müller al frente de todas las políticas medioambientales de la ciudad. Si alguien debería ser separada del cargo es la funcionaria, quien ha fracasado una y otra vez en cada proyecto.


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