«No van a detenernos»

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Con estas palabras el inquilino de Palacio recibió la noticia que un juez federal había otorgado un amparo a quienes desean proteger la ecología, el suelo y el subsuelo de la Riviera Maya. Quien debiera ser guardián de las instituciones y del Estado de Derecho declara tanto su molestia como su determinación de seguir adelante contra viento y marea, contra el cuidado del Medio Ambiente… y contra las leyes que juró obedecer y hacer obedecer.

Todos mundo está enterado de la peregrina idea de unir Cancún con otras maravillas del Caribe mexicano para ofrecerlas a la gran cantidad de visitantes que anualmente llegan al segundo mayor aeropuerto del país. Y la llamo “peregrina” porque nunca hubo un plan maestro, un presupuesto formal ni logró el consenso social. Se partió de un mapa en el que el inquilino trazó una ruta aproximada que nunca fue confirmada en documento alguno que marcara trazos, cruces, pasos a desnivel, terrenos a adquirir o a expropiar, ruta crítica o costos detallados por no decir que previera lo que hoy detiene el tramo 5. Tampoco se han resuelto los problemas de otros varios tramos. Por eso no hay ninguno que pueda ser inaugurado, ni siquiera la estación Palenque que debiera ser la muestra.

Todo el Tren Maya está hecho a la trompa talega. No está claro cuánto costará ni cuánto daño causará a la ecología de la península. Aún no se decide qué tramos serán eléctricos o si contaminarán todo el recorrido con máquinas diésel, ni cuando se harán las calles y carreteras alimentadoras a las estaciones. Están cayendo en el mismo error del aeropuerto Felipe Ángeles que lo inauguraron sin vialidades de acceso.

Por supuesto que el requisito formal de la Manifestación de Impacto Ambiental lo cumplirán ante el juez para que deseche el amparo. Pero esperemos que no sea una Manifestación hecha a la medida del inquilino, sino del Medio Ambiente. Que proteja de daños a la selva y al sistema de cenotes y ríos subterráneos. Que no sea un parche más que no resolverá los problemas de fondo; y que se aleje el peligro de que se hunda un tramo de la obra civil al estilo de la línea 12 del Metro capitalino.

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Sin embargo, el problema de fondo debe atenderse: si hay leyes, el primer obligado a respetarlas y hacerlas cumplir es quien quiere ser llamado “primer mandatario” pero que prefiere hacer su voluntad, y en muchos casos a opacar sus acciones bajo pretexto de “seguridad nacional”. Este gobierno ha hecho todo lo contrario a lo que predicó en campaña: no acabó con la corrupción ni con los favoritismos, no ha sido austero pues desperdició valiosos recursos en obras improductivas (al menos en el corto plazo) y no ha hecho nada positivo por los más pobres a pesar de su atractivo discurso original. Sus familiares, incluidos sus hijos, se han comportado como los familiares de otros Presidentes: unos con pingües negocios y otros disfrutando de bienes otorgados en comodato por proveedores agradecidos.

¿Puede rescatarse el sexenio? Sólo si se garantiza que el Estado de Derecho y el imperio de la ley se imponga sobre intereses particulares, incluso del inquilino de Palacio. Recordemos la frase de Juárez que él proclamó en campaña y parece ya olvidó: “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”.

Debiera comenzar por aceptar la decisión judicial aunque vaya en contra de uno de sus proyectos preferidos, no sólo porque debe seguir las vías legales como ofreció sino porque es conveniente para contribuir a la preservación del Medio Ambiente.


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