¡No Mentirás!

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En las tablas de la Ley que fueron entregadas a Moisés quedó grabada la frase que encabeza este título como el séptimo mandamiento. Pero no sólo el pueblo judío. todas las grandes religiones están contra la falta de veracidad en lo que se afirma.

Durante más de cuatro años hemos oído unas cien mentiras diarias como afirmó el afamado articulista Macario Schetino. Todas bien incorporadas a una hábil narrativa que mantiene a un auditorio cautivo. Aunque cada vez se reduce éste, ya sea por repetitivo o por saturación, pero su ‘mañanera’ se se sigue aferrando a seguí mintiendo.

Quien le lleva la cuenta ha dicho que miente por lo menos cien veces al día. Algunas son mentiras ‘blancas’, pero otras son falsedades burdas para animar a su público supino, como decir tengo COVID para ocultar algún padecimiento más grave. A pesar de que él mismo dijo que quien no miente no padece COVID, ya prefirió al menos dos veces decir que padece ese virus que reconocer los males que sufre… y diariamente lo sigue haciendo.

Su recurso de decir ‘yo tengo otros datos’, es una de sus maneras de faltar a la verdad. No importa que el argumento de un periodista exponga hechos o utilice informes oficiales, si va contra su narrativa su argumento de ‘yo tengo otros datos’ es su forma preferida de deformar la realidad.

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Es tanta su insistencia en intentar deformar la realidad para que ésta se adaptara a su discurso que ha permeado a sus subordinados y a muchos de sus seguidores que no son capaces de pensar por sí mismos. Ahora son más quienes mienten hasta el absurdo. Comenzando con su jefe de prensa, Jesús Ramírez, que descaradamente mintió cuando se le preguntó por la salud de su jefe. En vez de decir que suponía estaba bien, aseguró que el inquilino de Palacio seguía su gira en Mérida normalmente. Incapaz de decir ‘no sé’ mejor recurrió a una mentira.

Ya se nos había mentido con la salud de ese inquilino en 2022 diciendo que tenía COVID y después se supo que le habían colocado un dispositivo para que su corazón funcionara correctamente. Como si él no pudiera tener males que pongan en peligro su vida. Ahora sale con que se estaba durmiendo cuando un amplio público lo vio desmayarse. Si en verdad fue por COVID, lo debieron aislar y atender en Mérida; traerlo a CDMX de urgencia dió pábulo a especulaciones. ¿Habrá algún día en que podamos creer todos en lo que dice o lo que hacen con él?

Según los rumores su desmayo -o desvanecimiento aparente- reciente fue sólo un distractor para intentar cambiar normativas que no tienen futuro y atender algún compromiso que no desea se publicite. Lo que fuera, lo protegió con una mentira tras otra.

No nos acostumbremos a la mentira, ni de él ni de nadie. Por más que se tome a la ligera que éste es ‘el sexenio de la mentira’, no nos conformemos a que se oculte o deforme la verdad. México requiere de certezas, sin deformaciones patológicas. Para un futuro cierto debemos acostumbrarnos a la verdad por dolorosa que sea. Los desengaños se darán de cualquier modo, y entre más tiempo pase costará más enderezar el rumbo y al país.

 


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