Mi encuentro con ‘El Chapo’

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Desde que supe que me iba a reunir con El Chapo pensé que era algo definitorio en mi vida. Me apasionan el cine y la actuación y, desde hace un tiempo, también tengo una pasión por el tequila. A pesar de tener raíces anglosajonas, llevo a México en el alma, mi pobre y golpeado México. Me encanta el agave, el proceso de elaboración y, sobre todo, tomármelo.

Un día estaba tranquila tomando unos tequilas cuando vi en mi correo electrónico que me buscaban ¡los abogados de Joaquín Guzmán, El Chapo! Mi corazón empezó a latir apresuradamente. Creí que me iba a dar un miniinfarto, empecé a sudar, me temblaban las manos. Me acordé que estaba cruda y fui por una chela y un tequila doble. No era para menos. Yo quería que El Chapo traficara con amor y ahora me contactaba.

Tuve una reunión con ellos. Por supuesto estaba muy nerviosa, no tenía hambre, el estómago se me había achicado. Así que mejor me pedí unos tequilas y comí algo ligero. Ellos fueron muy amables y quedamos de trabajar en el proyecto en el que yo tendría la exclusiva ¡No lo podía creer! Al subir al avión con tantas emociones y tragos abracé a los pilotos. Han de haber pensado que las mexicanas somos muy apasionadas. O muy pedas.

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La noche de la fuga de El Chapo estaba con unos amigos en un bar festejando una pelea de box. Yo estaba feliz, pues había una barra llena de botellas de tequila. Entró una llamada y me avisaron que El Chapo se había fugado. Me puse nerviosa, otra vez el corazón a gran velocidad. Miniinfarto. Empecé a ver borroso todo. Veía que mis amigos jugaban billar con bolas de ping pong o algo así, oía gritos de «¡fondooo, fondooo!». Estaba mareada y me fui a mi casa. Creo.

Meses después hice el plan para reunirme con El Chapo. Por los productores que tenía conocí a Sean Penn, que me hizo confiar con su mirada azul y su cabello canoso. Yo tenía en mi casa al fabuloso mariachi Los Reyes, que me acompaña cuando la nostalgia me gana, y brindamos con tequila. Para nada imaginaba que Sean fuera a resultar un ojete de primera categoría. Yo creía en traficar con el amor.

Al día siguiente partimos rumbo al encuentro con don Joaquín. Todo lo pagué yo. Por supuesto que era un viaje intenso, no sabíamos nada. Viajamos en avión, después en coche unas horas, y luego en una avioneta. Teníamos miedo, pero me acordé que traía la botella de tequila y le di un buen trago.

Ya con nuestro anfitrión, que en todo momento se portó como un caballero, dije: es el episodio más impresionante que he vivido. Y me eché unos tequilas. Por supuesto que hicieron efecto. Chupar desde las ocho de la mañana no es buena idea para una primera cita de negocios, pero lo intenté. Soy temeraria. Ya entrada la noche El Chapo notó que estaba hasta atrás —igual y lo notó antes, pero no lo sé— y me llevó a mi habitación, donde una cama estaba de un lado del biombo y otras del otro. Mi lugar era el de la cama individual. Ahí nos despedimos, él con una gentileza inolvidable y yo agradecida. «Gracias por compartir estas horas amiga», «Gracias a ti amigo». Fue lo que me acuerdo que dije. Como era la única mujer ahí, me acosté vestida. Por pudor y porque estaba superpeda.

Después, todo fue una pesadilla.


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