Mezquindad. Carta abierta

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Carta abierta de Mario Rechy Montiel a Layda Sansores San Román

Ajusco, México a 14 de febrero de 2014.

Senadora,

He recibido hace escasas dos horas la notificación que usted le instruyó al General Francisco Gallardo, Coordinador del equipo de asesores que están bajo su responsabilidad, de cesarme fulminantemente.

El General fue muy escueto en la notificación. Se me dijo que la razón fue que no acepté devolver una parte del dinero que se me pagó en diciembre pasado en una nómina extra que gestionamos, y que constituyó, según yo, un aumento de salario, y según usted, como se me dijo, un dinero que usted consideraba suyo.

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Apenas hace dos semanas habíamos cambiado usted y yo unas palabras sobre este tema. Y después de que yo le explicara que mi modesto sueldo no me alcanzaba para sufragar los gastos familiares y que me encontraba en apuros, usted había accedido a complementar momentáneamente mi ingreso con una cantidad extra equivalente a un mes de salario. Cosa que yo agradecí sobremanera, aunque se trataba de un apoyo único y que me quedó claro que no sería regular.

Le recuerdo esto porque cuando alguien recibe presupuestos como los que usted maneja, y cuando tiene un tren de gastos como el que usted estila, puede olvidar la situación personal en la que se encuentran los miembros de un equipo. Los aumentos de salario que recibimos en cheques nominales en diciembre pasado, sumados a los pagos regulares de nuestro ingreso quincenal, me permitieron ciertamente cubrir mis gastos mínimos indispensables. Y no he tenido absolutamente ninguna forma de reintegrar un peso, como usted ordenaba.

Pero de cualquier manera, aunque le había dicho al General que me los fuera descontando, no estaba yo de acuerdo.

Lo primero que me llevó a pensar la terminante exigencia transmitida por el General, de devolver diecisiete mil pesos inmediatamente, es que perdía usted de vista el panorama de mi difícil situación personal, el hecho de que hubiera yo tenido que vender mi vehículo para complementar mis gastos, y el que me encontrara a la búsqueda de actividades laborales complementarias, dentro y fuera del Senado, para poder sobrellevar un nivel mínimo de vida, desde luego no comparable con la tranquilidad que alcancé cuando laboraba en esta misma institución en la Legislatura pasada.

Pero al conocer de sus gastos al detalle y al ver la reiterada exigencia del General para que cada uno fuera reintegrando los cheques cobrados; insisto, nominales a cada uno de los colaboradores que los recibimos en noviembre o diciembre pasado, me pareció indignante. Supe, desde luego, que para el Congreso o Asamblea de MORENA usted había ordenado la contratación de 32 camiones en diciembre pasado, que debieron transportar a los asistentes, además de cubrir otros gastos de los mismos, y que esa sola actividad le había representado una erogación de un millón y medio de pesos.

Comprendo que las percepciones de sus empresas personales puedan no dejarle suficientes ingresos para sufragar eventos como el que menciono. Pero no puedo aceptar que un aumento que se gestionó con meses de anticipación, y que finalmente nos empezaron a pagar el fin de año pasado, se tuviera que reintegrar para que usted pueda mantener ese tipo de erogaciones. Entiendo que varios de mis compañeros hayan optado por devolverlo al conocer del tono de su exigencia, y ante la necesidad que tienen del empleo. Lo cual, le aseguro, está muy lejos de constituir un acuerdo o una aquiescencia con la devolución.

Usted ha podido obligar a mis compañeros a devolverle el dinero porque su necesidad les obliga a callar y aceptar. Pero ninguno, me atrevo a asegurarle, porque crea que usted deba sostener una nómina del tamaño que tiene y un tren de gastos desordenado, tan solo para complacer su vanidad o su imagen.

Todos sabemos que la única opinión que usted valora, y la única imagen que usted cuida, es la que debe ver y volver a ver Andrés Manuel López Obrador.

Pero a su espalda, varios hemos opinado que es muy fácil voltear hacia la izquierda para despotricar contra la reacción, y llenarse la boca de frases grandilocuentes o mentadas de madre, y conducirse sin respeto real por las personas, y acorde con la verdadera condición que le distingue. Es muy distinto actuar, así literalmente como escribo, actuar, cuando ello nos atrae reflectores, que proceder de otra manera cuando lo hacemos obedeciendo a nuestra verdadera naturaleza.

Su gesto, mi cese, la retrata a usted como lo que realmente es. Y no necesito calificar el hecho, porque habla por sí mismo.

Hablan por usted sus actos, más que los discursos que hemos puesto en sus labios. Habla por usted que le mantenga pagos a personas que no contribuyen absolutamente nada para el trabajo legislativo, pero que saben cubrirla de lisonjas. Hablan por usted los pagos de gente que dentro de la institución están claramente identificadas como vividores, y a quienes usted quiere tener de su lado, al estilo del viejo caciquismo que pagaba por lealtades o posibles servicios, que no por trabajo de legislación.

Me pesa. Me pesa antes que nada porque la condición de desempleado en la situación actual ciertamente me representará problemas. Me pesa porque creí en una amistad que parecía haberse originado en lo que parecía una lucha común, o un conjunto de objetivos compartidos. Pero ninguno que se precie de ser mi amigo podría proceder como usted lo está haciendo. Y hoy, para mí, su nombre se ha vuelto un enemigo.

Ni siquiera los peores jefes que hube de tener llegaron a caer en la actitud que hoy contemplo en su persona. Ni el más reaccionario había dictado un cese por razón tan mezquina. Ni el más férreo militante de lo que usted considera la derecha, he visto que sea capaz de castigar o pretender castigar la dignidad y la incapacidad para poder defenderse.

Mucha gente la admira por su valentía y su determinación para defender ideales. Mucha gente ha guardado videos donde usted aparece en la tribuna, con voz sonora, y con consciencia firme. Yo me quedo con lo que hay detrás de esa impostura. Porque uno no puede defender el México profundo, al mismo tiempo que es capaz de pedirle a quienes más cerca le apoyan y le sirven, que sacrifique su vida personal, y que devuelva lo que recibe como pago por su trabajo.

Yo no pertenezco a la misma izquierda que usted tiene. Permítame decirle que yo, militante por los derechos democráticos desde hace medio siglo, cuando usted todavía era hija preferida del Negro Sansores, cacique del PRI, no pertenezco a los que siempre han tenido la vida resuelta y holgada; y que precísamente por esa condición, pueden hacer berrinche que atropelle a otras personas.

No pertenezco a los que se cubren con discursos pero no se concretan en tareas. Soy un hombre que ha vivido y vivirá de su trabajo. Y que sabe hacer lo que usted considera solamente testimonial. Porque yo sí creo que los legisladores vienen a legislar, no a dejar constancia de su voz o de su intransigencia.

Y permítame decirle que una vez más me creo moralmente vencedor. Porque mi dignidad tampoco me permitía devolverle lo que ha sido poco como paga para lo que ya he dado, para lo que he puesto con mi trabajo; porque no creo que la ley para reformar la propuesta financiera del ejecutivo y que usted firmó, valga dos mil pesos, que es la suma que usted me dio como premio el año pasado.

Que la Nación se lo demande.

 

Mario Rechy Montiel


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