México en la piel

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El destino del mundo es el mestizaje.
Miguel León-Portilla.

¿Puede haber un país de población mayoritariamente mestiza en el que una de las principales causas de discriminación sea el color de la piel? Difícil de creer, pero ese es México.

De acuerdo a diversas encuestas del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), en 2010 cerca de 55 por ciento de la población afirma que a las personas en México se les insulta por su color de piel, mientras que  23 por ciento no estarían dispuestos a permitir que en su casa viviera gente de otra raza.

Por su parte, el proyecto Etnicidad y Raza en América Latina afirma que en México una persona de piel clara con estudios universitarios tiene 11 por ciento más posibilidades de conseguir un trabajo mejor pagado que un ciudadano con una piel menos clara. En esta investigación, 65 de cada 100 se declararon mestizos, no obstante los encuestadores consideraron en esa clasificación a 74 de cada 100, lo que revela de entrada que para un buen número de los participantes considerarse mestizo no es lo mejor.

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Destaca el hecho de que algunas mujeres al ser cuestionadas sobre su tono de piel eligieron tonalidades más claras que las reales.

Tanto Edward Téllez, investigador de la Universidad de Princeton, como Regina Martínez, profesora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, coinciden en que la discriminación racial en México es un problema que se remonta a la colonización española, cuando se creó un complejo sistema de castas. La investigadora destacó que en las ofertas de trabajo además de los requisitos de edad y escolaridad se exige buena presentación, y en México tendemos a asociar ciertos estándares de estética con el tono de piel.

El color de piel divide de diversas maneras a los mexicanos, fenómeno que también sucede con el dinero y las pertenencias.

La discriminación en México, considera el Conapred, es una práctica aprendida y que forma parte de nuestra historia y de nuestra cultura.

En el caso de la población afrodescendiente en México, la discriminación y exclusión son aún más graves. Reflejo de ello es que casi 50 por ciento de los entrevistados afirmaron que la pobreza de estas comunidades se debe a que la gente no trabaja.

Los migrantes son ya el tercer grupo más discriminado en México, siete de cada diez personas considera que los migrantes provocan división en las comunidades a las que llegan.

Hay diversas formas de discriminar a las personas por su color de piel. Expresiones como negro, indio o poner apodos, dan cuenta de ello. Así lo refleja la primera encuesta sobre discriminación de la ciudad de México 2013, cuya población mestiza supera el 90 por ciento.

Para entender el fenómeno de la iniquidad es necesario traspasar los indicadores fríos de la economía. En México una buena parte de la inequidad se sigue llevando en la piel; en la manera que nos miramos y nos tratamos.

Es común que al nacer un niño una de las preguntas obligadas sea alrededor de su color de piel.

Sigo sin entender las largas filas que muchos jóvenes están dispuestos a hacer en los llamados antros, en donde un cadenero decide con enorme discrecionalidad a quien le permite el paso, así se encuentre el lugar vacío. Todos estos jóvenes supeditados a la voluntad de un cadenero, ocupados en granjearse su ánimo y poder ingresar a un sitio en donde van a consumir y a pagar por ello.

En estas filas el color de piel, el dinero, la estatura, apariencia física y también las influencias, suelen resultar determinantes.

Discriminamos y toleramos que nos discriminen.

Hablar de justicia es hablar también de no discriminación. Si queremos disminuir la iniquidad en nuestro México, resulta indispensable cerrar estas profundas brechas de desprecio y de exclusión. Nos debe mover a la acción el llamado de Nelson Mandela: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”.


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