“Si no queremos morir juntos en la guerra, debemos aprender a vivir juntos en la paz”, decía el presidente estadunidense Harry Truman el 25 de abril de 1945 durante la conferencia fundacional de las Naciones Unidas en San Francisco. Pero no sólo el discurso del presidente Truman, sino los de todos los delegados a la conferencia, estuvieron cargados de alusiones al mantenimiento de la paz como el objetivo primordial de la que sería, unos meses después, la organización internacional más importante en la historia de la humanidad hasta nuestros días.
Y aunque la noción de mantener la paz en 1945 era obviamente la de impedir a través de la unión entre un grupo de países la tentación de dominar el mundo y la repetición de una guerra como la Primera y la Segunda Guerra Mundial, el objetivo fundamental de construir y mantener la paz, y la necesidad de la cooperación entre países para lograrlo, siguen intactos.
La ONU institucionalizó sus esfuerzos en pro de la paz a través de las Operaciones de Mantenimiento de la Paz (OMP), las cuales, a lo largo de casi siete décadas han ido cambiando su naturaleza, mandatos y funciones de acuerdo con los propios cambios de las diversas, pero constantes amenazas a la paz. Así es que hasta hoy podemos hablar de tres generaciones de OMP. Las primeras OMP estaban limitadas a mantener el alto el fuego y estabilizar situaciones sobre el terreno, lo cual generaba un espacio para los esfuerzos políticos de resolver el conflicto por medios pacíficos.
La segunda generación de OMP tuvieron como objetivo ser garantes del cumplimiento de acuerdos de paz y ayudar a establecer las bases de una paz duradera. Conforme la naturaleza de los conflictos han ido cambiando de disputas entre países a pugnas intra estatales y guerras civiles, las OMP han cambiado también dando paso a su tercera generación que se caracteriza por su multifuncionalidad en la que el componente civil de este tipo de operaciones es cada vez más relevante.
En la actualidad, el personal de las Operaciones de Mantenimiento de la Paz realiza una gran variedad de tareas complejas para ayudar a países que están saliendo de un conflicto para estabilizarse y lograr una paz duradera. Así, las tareas van desde contribuir a establecer instituciones de gobierno sostenibles hasta vigilar la protección de los Derechos Humanos, colaborar en reconstruir los sistemas de seguridad pública y ayudar en el proceso de desarme, entre otros.
Desde 1948 la ONU, con apoyo de más de 120 países ha enviado 69 misiones de paz, de las cuales 16 siguen en curso: nueve en África, dos en Asia, dos en Europa y tres en Oriente Medio. México participó en dos misiones a finales de los años 40 y en los 50, y en una tercera en los 90 para después ausentarse por dos décadas de colaborar en el mantenimiento de la paz.
La semana pasada, el presidente Enrique Peña Nieto anunció en su discurso ante la Asamblea General de la ONU que México volvería a participar de manera gradual y en tareas de ayuda humanitaria en las OMP. Este anuncio que sin duda es de gran relevancia, ha causado cierta polémica y aunque me parece que ha tenido un respaldo mayoritario en la opinión pública, es fundamental iniciar una etapa de diálogo en los espacios correspondientes en el que sean escuchadas todas las voces y despejadas todas las dudas. Que si nuestra participación termina con nuestra tradición pacifista y viola el principio de no intervención; que si enviar tropas y policías a ayudar en otros países nos desprotegerá del crimen organizado; que si seremos blanco de grupos terroristas transnacionales; que mientras tengamos problemas en México que resolver no estamos para ser candil de la calle y oscuridad de nuestra casa, son sólo algunos de los múltiples cuestionamientos que habrá que ir resolviendo.
Indudablemente nuestro país tiene enormes carencias, pero también es innegable que el desarrollo de un país en el mundo de hoy no se logra mirando sólo hacia adentro. Nuestro futuro está cada vez más ligado al porvenir de la comunidad mundial. El surgimiento de un conflicto en un país por más lejano que parezca, conlleva una serie de problemas como el tráfico ilícito de armas, drogas o personas; la generación de miles de refugiados y desplazados, la pérdida masiva de empleos y la afectación a los flujos comerciales, que en cadena pueden llegar a afectar nuestra vida cotidiana.
Creer que hoy día se puede vivir sin importar lo que sucede en otros países o regiones es claramente un acto de ingenuidad. Por eso, desde el PAN vemos con buenos ojos la intención del gobierno federal de volver a participar en las OMP. De hecho hemos sido el partido que mayormente ha impulsado esta idea. Sólo en esta Legislatura hemos presentado cuatro iniciativas para incluir explícitamente en nuestra legislación la participación de miembros de las fuerzas armadas en estas operaciones.
México ocupa ya el lugar 12 de la economía mundial y nuestra influencia cultural es creciente, pero este peso implica responsabilidades que asumir. Como país tenemos que colaborar en la gobernanza global porque los riegos y desafíos del mundo sólo se pueden enfrentar desde la cooperación y la solidaridad. Sin embargo, creemos que la participación de México en la consecución de los objetivos de la comunidad internacional, debe ir más allá del cumplimiento de una responsabilidad y circunscribirse en el esfuerzo colectivo de humanizar la globalización, a través de la construcción de un mundo más justo y en paz. Las Operaciones de Mantenimiento de Paz buscan edificar esa realidad.
There is no ads to display, Please add some