Más técnica y menos política

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La Ciudad de México requiere con urgencia revisar su política y regulación en movilidad. La solución a los graves retos ambientales de la capital del país se encuentra en la aplicación de criterios técnicos de política pública, así como también en la búsqueda activa de acuerdos al interior de las instancias de coordinación de la Megalópolis.

Apostar en el tema por la polarización política, como lo hizo Miguel Ángel Mancera, sólo traerá como consecuencia mayores riesgos a la salud de quienes habitamos en esta región.

En los últimos años el Gobierno de la Ciudad de México ha inflado la expectativa ciudadana en el derecho de la movilidad. A los millones de personas que día a día transitan en la zona metropolitana del Valle de México, desde 2014 se les prometió, primero, cambios importantes en prioridades de política para mejorar las modalidades de transporte. A la par, la instauración de instancias técnicas y nuevas distribuciones presupuestales para asegurar una movilidad de avanzada en términos ambientales, económicos y de seguridad. Todo ello como producto de la nueva Ley de Movilidad.

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Meses después vinieron los cambios al Programa Hoy No Circula. Los criterios centrales fueron facilitar el tránsito del mayor número de vehículos posible por las distintas arterias viales de la capital, siempre que comprobaran emisiones por debajo de los umbrales permitidos, entonces llegaron los catalizadores rentados que hicieron de este paso un mero trámite. También se presentó la reforma al Reglamento de Tránsito al Distrito Federal, coyuntura en la que aseguraban diversos beneficios con la reducción de los límites de velocidad en vías primarias, secundarias y tránsito calmado.

Hoy, en términos prácticos la Ley de Movilidad, el Programa Hoy No Circula y el nuevo Reglamento de Tránsito son letra muerta. De acuerdo con distintos reportes de prensa, hasta hace unos días se han registrado en todo el 2016 tan sólo 11 días satisfactorios en los niveles de contaminación ambiental en la capital del país, frente a los 41 con concentración máxima de ozono, tres precontingencias y una contingencia por ozono.

En el olvido quedaron los consejos de expertos y la instrumentación de una política de avanzada. No sólo eso, Miguel Ángel Mancera optó por no asistir a la última reunión de la CAME llevada a cabo el 19 de agosto de 2015, en donde se abordó la problemática de las emisiones en el medio ambiente. Ello, derivó en que en la última etapa de contingencias se detectara la carencia de una estrategia de largo plazo y bien sustentada por parte de la autoridad de la Ciudad de México.

Catorce años han pasado desde la última contingencia ambiental en la CDMX, mismos que han sido testigos de la falta de continuidad de política ambiental de cuatro jefes de Gobierno, en el diseño de políticas fundamentadas en criterios técnicos encaminados a priorizar la salud de los capitalinos.

En la crisis ambiental y de política pública de las últimas semanas el Gobierno capitalino prefirió, como primer paso, culpar a las entidades vecinas, sin fundamento técnico. Puebla ha venido homologando sus mecanismos de verificación y registro ambiental, conforme a los procesos marcados en la CAME. Además, resulta injusto señalarla como factor de contaminación, cuando registra 13 puntos IMECA frente a los 200 observados en la capital del país.

Ante los grandes retos ambientales que persisten, mecanismos de coordinación institucional como la Comisión Ambiental de la Megalópolis deben ser fortalecidos a fin de preservar criterios técnicos de política pública en las entidades que la componen. Ayer el secretario de Medio Ambiente se reunió con los gobernadores de la Megalópolis, esperemos que sea el primer paso de muchos para corregir lo que se vive en la capital del país.


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