Los francotiradores de Palacio

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Frase: ¿Qué su gobierno considera la protesta de mujeres como una guerra en contra de su gobierno y que el personal de seguridad de Palacio se preparó para hacer frente a un ataque de gran magnitud?

¿Había o no francotiradores en Palacio Nacional? López Obrador contribuyó a profundizar las dudas cuando en la mañanera del 10 de marzo preguntó afirmando: “¡¿…que no pueden con un dron, tirar una bomba?!”

Sí se puede, pero solo que estuviéramos en Siria. Es decir, en guerra. El dron de combate es un avión no tripulado que mide 20 metros, con capacidad para tirar varias bombas y los pequeños artefactos utilizados por los grupos feministas para sacar video y fotografía aérea pesaban apenas 25 kilogramos.

¿Qué nos  está tratando de decir el Presidente de la República? ¿Qué su gobierno considera la protesta de mujeres como una guerra en contra de su gobierno y que el personal de seguridad de Palacio se preparó para hacer frente a un ataque de gran magnitud?

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Lo que confirma AMLO con sus palabras es que, efectivamente, había elementos armados y dispuestos a disparar en caso de que lo consideraran necesario. ¿A quiénes iban a matar? De acuerdo a la expresión del propio presidente, las mujeres pretendían incendiar la puerta de Palacio. “Imagínense si entran…!”, expresó.

Su temor tiene su origen en  lo que a él mismo le gustaba hacer cuando era disidente. El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y otras agrupaciones contrataron a un grupo de “anarcos” para incendiar la puerta de Palacio Nacional el sábado 8 de noviembre de 2014 para protestar por el caso Ayotzinapa.

En aquella ocasión la policía logró apagar el fuego con extintores y los vándalos no entraron. ¿Hoy se pretendía detener a las incendiarias con balas? Es pregunta.

El gobierno convirtió el Zócalo en un campo de guerra. Los hechos y las imágenes hablan por sí mismos. Los elementos de seguridad atrincherados tras el “muro de paz” arrojaron latas con gas lacrimógeno —y no solo gas de extintores—, un arma química que prohibió la Convención de Ginebra, pero que ciertos gobiernos utilizan para reprimir protestas.

¿Colocar a en la azotea de Palacio Nacional a elementos del Ejército con fusiles antidrones fue un error o un estrategia de disuasión para amedrentar a las manifestantes?

De acuerdo a expertos, las autoridades debieron haber informado que se utilizaría este tipo de tecnología para evitar el uso de drones en un espacio federal, sin embargo, prefirieron que se viralizara una imagen amenazante que inevitablemente recordó a los francotiradores que participaron  en la matanza de Tlatelolco.

Hacer uso de instrumentos que pocos conocen y que a distancia se confunden con armas letales fue una grave provocación. En otro tipo de protesta eso podría haber tenido resultados trágicos.

El gobierno federal y el de la Ciudad de México están obligados a explicar por qué la policía que estaba atrás de la valla de acero actuó como actuó. ¿Por qué arrojo gas lacrimógeno y lanzó proyectiles indiscriminadamente para impactar en la cabeza de las manifestantes?

Las mujeres hicieron que el 8M cayera el telón de la simulación. Videos y fotografías muestran un campo de batalla cubierto por humo y un muro como símbolo de represión. De un poder aislado, confinado, autoritario.

Quedo claro que este régimen está dispuesto a recurrir a lo que sea en caso de sentirse amenazado. La violencia en el Zócalo fue consecuencia de una guerra declarada desde las “mañaneras” a las mujeres. Una guerra que por cierto sigue atizando el presidente.

Mantener a Salgado Macedonio como candidato, pese a ser ya un símbolo de abuso y agresión sexual indica que el hombre que gobierna a la nación ya perdió la razón, de que toma decisiones —no solo en contra del país—, sino de sus propios intereses. De que prefiere llevar al suicidio a su gobierno, antes que reconocer y corregir errores.

El miedo a la protesta social lo hizo tener alucinaciones. Parecía ese Macbeth cuya culpa lo hacía ver  enemigos por todas partes. El “rey de chocolate” mandó construir un muro de acero para defenderse de madres que buscan a sus hijas desaparecidas, que exigen justicia por haber sido abusadas o maltratadas y que,  él, en su infinita paranoia, ve como mujeres golpistas a su régimen.  

Militares disfrazados de policías, gases tóxicos, vallas de acero y francotiradores —¿de drones?— contradicen el discurso democrático, el “diálogo circular”, la “solidaridad con la causa de las mujeres”, la cercanía con el “pueblo bueno”. Letales o inofensivas, las miras telescópicas apostadas en azoteas ya quedaron como sello de un régimen amenazante.


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