Desde un inicio, el manejo de la pandemia por covid-19 en la Ciudad de México ha sido un desastre, eso no es novedad. Pero que al fracaso administrativo se le sume el fraude científico, violando códigos de ética, es la gota que derrama el vaso.
Claudia Sheinbaum y José Merino experimentaron con ciudadanos contagiados con covid-19 al administrarles ivermectina, un medicamento no aprobado para ese uso por la Organización Mundial de la Salud, y con ello pusieron en riesgo sus vidas.
La investigación realizada por el portal de noticias Animal Político evidenció que el Gobierno de la CDMX impulsó la compra y entrega del biológico como parte de los kits médicos que dio entre diciembre de 2020 y septiembre de 2021, pese a que no había una sola evidencia científica que respaldara el uso de ivermectina en pacientes con covid-19.
El uso del medicamento se sustentó meses después en un paper creado por el propio Merino y autoridades del Gobierno de la Ciudad y del Instituto Mexicano del Seguro Social, el cual resultó ser engañoso –por decir lo menos– para avalar su propia mentira y la artimaña. Documento que, dicho sea de paso, ha sido eliminado del sitio web SocArXiv por su contenido falso.
La misma secretaria de Salud de la Ciudad de México, Oliva López, reconoce que el medicamento se encuentra en medio de “debates” internacionales, pues no hay evidencia de que sea inseguro, pero tampoco la hay de que sea benéfico; es decir, no hay un solo estudio concluyente que soporte su uso en pacientes enfermos.
Uno de los coautores del documento, Saúl Caballero, se disculpó públicamente por su participación y por los daños que esto pudo haber ocasionado en la salud de las personas que recibieron el medicamento. Reconoce que fue buena idea remover el “artículo científicamente falso”.
Sheinbaum –aconsejada por Merino– ha fracasado en varios frentes, siendo el manejo de la epidemia uno de los más graves. Manipuló las cifras de los excesos de mortalidad, evitó caer en semáforo rojo por un retraso en la publicación de la nueva metodología para determinar el color del semáforo epidemiológico, atentó contra la salud de los ciudadanos con el uso de un medicamento utilizado para tratar las lombrices intestinales en animales y humanos.
La pregunta obligada en el escándalo es ¿por qué Sheinbaum mantiene a Merino en el puesto como titular de la Agencia de Innovación Pública? La respuesta es sencilla: si cae uno, cae el otro. La conducción carente de ética de Merino no podría sostenerse sin que la jefa de Gobierno lo respaldara en todo momento. Los errores de él son los de ella.
Desde el inicio de su gobierno, Merino le ha susurrado al oído a Sheinbaum las acciones a seguir. Es el Rasputín del Gobierno de la CDMX, envenenando la mente de la mandataria y a su gabinete. Usó a los enfermos como conejillos de Indias sin recato ni reparo, carente de ética o empatía.
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