La solución corrupción

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Combatir la corrupción requiere tomar una postura extrema: ver la corrupción como sistema. Requiere fumigar todo el bosque, no dar hachazos locos a árboles secos.

Propongo un diagnóstico no convencional: en México la corrupción no es un accidente, o una desgracia, sino un solución al servicio del poder fáctico. Se critica en público pero se apoya o tolera en la praxis. No es una enfermedad del cuerpo social, sino la anestesia que lo mantiene dormido deliberadamente.

La corrupción no es un asunto legal, sino moral. No solamente las conductas delictivias son corrupción. Una mejor definición: la corrupción es cualquier conducta que va en contra los valores morales que sostenemos.

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Hace un poco más de 30 años, se nos alertó que Pemex estaba DISEÑADA para generar corrupción. Manejada por “La Quina” y “El Trampas”, era una empresa ejemplarmente podrida. Era la era de “la corrupción somos todos”.

Llegamos a la fecha de “Back to the future Parte 2”, y todo sigue igual. En 30 años nada cambió. A lo largo y ancho del País, todas las administraciones públicas, con honrosas y contadas excepciones, alimentan la corrupción como sistema. Es obvio cuando alguien ni siquiera entiende la naturaleza del problema.

A quien quiera entender: la corrupción es el orden metaconstitucional imperante. Tiene sus reglas, beneficiarios y víctimas. Los beneficiarios indirectos fingen impotencia. Las víctimas ni saben que México podría cambiarles trabajo honrado por casa, comida, vestido y educación. Los mirones son de palo.

Voy a usar una metáfora biológica: la corrupción como sistema actúa como si fuera el sistema inmunológico defensivo de sus beneficiarios indirectos y por eso no lo combaten con todo. 

En México, la corrupción ha evolucionado para penetrar los más altos niveles de la estructura de la sociedad: gobierno, empresas, cultura y hasta deporte. La sostienen como una barrera a la competencia. Por ejemplo, si yo tengo un negocio y puedo pagar piso o pagar impuestos o pagar extorsiones y aún así es un negocio fabuloso, entonces todos esos pagos me ayudan.

De inicio suena ilógico. Si no pagara esas cuotas, o mordidas tendría mejor negocio, se piensa. ¡Pues sí, pero no! Pensando en sistemas, hay que usar visión panorámica, recorrer las fronteras del sistema. La verdad es que la corrupción tiene una gran ganancia oculta: impide a otros entrar a competirme. 

Esta es la lógica exacta que usan los narcos. Los “arreglados” son protegidos por los policías. Igual en los negocios, el que no está “aclimatado” va a fracasar. El que no puede pagar estas “vacunas”, va a morir. La burocracia corrupta, sostenida por los sí aclimatados, lo va a matar. No lo dejan ni arrancar. Como dicen, el que fregó, fregó.

Auspiciar, sostener y/o tolerar la corrupción se ha convertido entonces en una deseable herramienta anticompetencia. 

No es una falla sino parte de un diseño evolucionado. Si la corrupción costara tanto al sector privado, como se afirma repetidamente, los empresarios en tres minutos se unirían para sanear y esterilizar al gobierno. Pero nunca sucede, aunque hacerlo costaría nada.

“Gentlemen prefer them blondes” se parafrasea como “los empresarios los prefieren corruptos”. Grandes empresarios apoyaron al podrido régimen medinista. Así, los políticos corruptos adquieren una ventaja competitiva. Pueden jugar fuera de las reglas establecidas y hacerlo impunemente. ¡Los partidos corruptos son subsidiados!

Bajo la teoría capitalista de mercado libre México no debería continuar siendo el paraíso oligopólico que es. Habría docenas de empresas capturando mercados cautivos generosos; pero no las hay. 

Solo si vemos la corrupción como sistema podremos empezar a descifrar la forma de desmantelarlo y convertirla en excepción. Todo se puede lograr, pero hay que generar una masa crítica en sentido inverso de la que apoya la corrupción como su solución.


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