La prensa xenófoba y la magistrada clasista

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El multihomicidio de la colonia Narvarte ha sacado de nuevo a relucir nuestra estúpida xenofobia y el marcado clasismo con que las autoridades deciden soltar ciertas sospechas por el origen de nacimiento o clase social de determinada persona o grupo.

Al inicio, como si se tratara del juego de mesa ¿Quién es el culpable?, nos informaron que entre las víctimas estaban: “El fotógrafo, la activista, la maquillista, la sirvienta y la colombiana”. “La burócrata” se salvó porque fue a trabajar. Hay que subrayar que a la empleada doméstica no se le dio apellido durante días, solo se mencionaba que era Alejandra.

Por supuesto, “la extranjera” era la principal sospechosa. Se dijo que era “edecán”, “modelo” y que estaba desempleada. Esto es, una persona potencialmente peligrosa porque atrás de lo de “edecán y modelo” se asoma lo que se quería decir: la colombiana era puta. De esa manera se puede argumentar que las víctimas andaban en malos pasos porque también se difundió que hubo una fiesta que había durado más allá del amanecer, como si eso fuera motivo para encontrarse con la muerte espantosa que sufrieron.

El caso de “la colombiana”, deja ver la patética xenofobia que nuestros medios expresan de maravilla. El malo es el de afuera, el mal lo trae el otro, no el inocente mexicano. Así pues la maldad gira en torno al extranjero. El “empresario judío”, la “secuestradora francesa”, la “edecán/narca/puta colombiana”, el “defraudador de origen español”. Como si los mexicanos tuviéramos fama de ascetas. Qué pena. Nuestros medios de comunicación debieran ser un factor de cambio en este sentido, pero estamos lejos de eso.

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Otro caso en esta semana de expreso clasismo es el de la magistrada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, María del Carmen Alanís. El periodista Jenaro Villamil publicó en su blog cómo esta individua, entre cuyas pretensiones está la de ser integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en una discusión insultó a uno de sus colegas, frente a todos los demás espetándole: “Pinche gato, pinche naco”.

El asombro de los miembros del tribunal fue mayúsculo. El insultado, el también magistrado Manuel González Oropeza, solicitó que lo dicho por la señora quedara “en actas”. La aristócrata Alanís contestó: “Estoy cansada de que me falten al respeto”. Pobre magistrada, ella tan fina y elegante debe estar harta como para revelar que se siente de noble origen y refinada ante su par que no es más que un gato, o sea,  un tipo que debiera ser sirviente de la magistrada por su origen o vinculaciones sociales. Así están las cosas con la máxima autoridad electoral. Qué vergüenza.


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