La mansión del bienestar

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Por: Marcos Pérez Esquer

Ya son varios y muy sonoros los escándalos de corrupción que ha habido en el gobierno del presidente López Obrador, desde Manuel Bartlett (y su hijo), Rocío Nahle (y su compadre), Irma Eréndira Sandoval (y su esposo… y su hermano), Ana Gabriela Guevara, Carlos Lomelí, y claro, los hermanos del propio presidente, Pío y Martinazo, y su prima Felipa, pero el nuevo escándalo, el de la casona de Houston de su hijo José Ramón y su nuera Carolina Adams sí que le pega en la línea de flotación.

Y es que, desde el escándalo de la “casa blanca” que en su momento cimbró los cimientos del gobierno de Peña Nieto, las cosas se fueron acomodando a favor de López Obrador… hasta ahora.

Aquel caso de evidente corrupción en el cual una empresa proveedora del gobierno, Grupo Higa, le había “vendido” a un precio y en condiciones irrisorias una casa de extremo lujo a su esposa Angélica Rivera, se constituyó en uno de los principales elementos simbólicos que nutrieron el hartazgo de la población para con la llamada “clase política”, que López Obrador supo -como mago que es de la comunicación política-, asociar a lo que él denomina “el PRIAN”.

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Después de ese golpazo propinado mediante una investigación periodística a cargo de la entonces muy combativa Carmen Aristegui, el presidente Peña Nieto no pudo ya recuperar aprobación ciudadana, y mucho menos prestigio personal. Su sexenio había quedado marcado por aquel ignominioso hecho que pavimentaba la ruta lopezobradorista en su ascenso al poder.

La explicación intentada por parte de la propia primera dama, en el sentido de que había adquirido esa casa con el dinero por ella ganado a lo largo de 10 años como actriz de telenovelas no convenció a nadie, y a la postre, haberla exhibido así, resultó en el arrepentimiento del propio Peña Nieto, como lo externó él mismo en alguna entrevista en la que extrañamente se sinceró.

Así las cosas, el actual presidente de México, que llegó al poder enarbolando exclusivamente dos causas: los pobres, y el combate a la corrupción, se ha quedado hoy sin la mitad de sus bártulos.

“No somos iguales” suele decir, pero hasta ahora ha quedado claro que tiene razón: no son iguales, son peores. Y son peores por haber traicionado esa promesa y esa esperanza ciudadana. Del PRI ya nadie se extrañaba, pero que el baluarte de la honradez, el de la “honestidad valiente”, sea evidenciado incurriendo en exactamente lo mismo que tanto le criticó a su anterior, no tiene nombre.

Y es que la casa en la que ha estado viviendo su hijo y su nuera en Houston durante 2019 y 2020, pertenece nada más y nada menos que a un alto funcionario de la empresa petrolera Baker Hughes, que mantiene contratos con Pemex por 151 millones de dólares, y además le provee al proyecto de nueva refinería de Dos Bocas, de equipamiento mayor.

Tan solo un mes después de haber firmado el contrato con Pemex, la pareja López-Adams empezó a vivir en esa casona de enormes lujos, ahora apodada “mansión del bienestar” que cuenta con alberca de 27 metros de largo, bar, salón de juegos, cine, cocina exterior, entre otras facilidades.

Hoy por hoy, la pareja vive en otra casa, también en Houston, más modesta que la anterior -aunque también de un costo millonario-, pero esa sí, a nombre de la tal Carolina Adams.

A partir de todo este asunto ventilado por una investigación del periodista Carlos Loret, se ha sabido un poco más acerca de Adams, la nuera. Resulta ser una asesora de compañías petroleras norteamericanas, entre ellas Shell, a la que el gobierno federal compró recientemente la refinería de Deer Park también de Houston, Texas.

Muchas casualidades; tantas que resulta inverosímil, absolutamente increíble, lo aseverado por el presidente en el sentido de que simplemente su hijo se casó y “al parecer la señora tiene dinero”. Este argumento es peor, mucho peor, e insulta mucho más la inteligencia de la gente, que aquel que en su momento intentó Angélica Rivera.

El hartazgo de la gente para con la clase política estaba justificado, la corrupción y los excesos había llegado a niveles de indignación, pero lo que hoy ocurre es mucho peor, la corrupción ha tornado en desenfrenado cinismo, y la ineptitud en sino de los tiempos. Urge repensar el gobierno, estamos a tiempo.


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