¿Y las promesas?

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El domingo se cumplió un año desde el anuncio oficial del aumento a la tarifa del Metro de tres a cinco pesos. Y fue el 13 de diciembre del 2013 pasado cuando la tarifa entró en vigor. El anuncio del aumento estuvo acompañado de varios compromisos que, de acuerdo a las autoridades de la capital del país, contribuirían a la mejora del Sistema de Transporte Colectivo en beneficio de sus usuarios.

Entre las acciones a las que el GDF se comprometió, destacaban: la compra de 45 trenes con aire acondicionado para la Línea 1 y la fallida Línea 12; la reparación de 105 trenes que están fuera de servicio, el mejoramiento de los tiempos de recorrido de las líneas 4, 5, 6 y B; el mantenimiento a los 45 trenes de la Línea 2, en un periodo de casi 4 años; la incorporación de mil 200 policías para fortalecer la seguridad y evitar el comercio informal en sus instalaciones, la sustitución de 50 escaleras eléctricas en las líneas 1, 2 y 3; entre otros compromisos.

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Los días y meses han pasado y los usuarios no han notado ni un solo cambio en el servicio que ofrece el Metro y por el que, desde hace un año, pagan 66% más. Si se suman los números hoy el Metro cuenta con recursos por al menos 2 mil millones de pesos en el Fideicomiso de Administración; a esto se suma parte del fondo de capitalidad aprobado por la Cámara de Diputados, y que recientemente el secretario de Finanzas del DF anunció se utilizaría en gran parte para la movilidad de la ciudad.

Sin duda hay medidas que no siempre resultan populares, pero que pueden verse legitimadas a partir de sus resultados. Sin embargo, hoy el GDF carece de toda credibilidad porque ha sido incapaz de dar los resultados que aseguró se desprenderían del aumento de la tarifa del metro y que beneficiarían directamente a la población. Los recursos y el esfuerzo de la ciudadanía para pagar más son visibles, pero lo que aún no está a la vista de los usuarios es un servicio más eficiente, rápido y cómodo.

A un año de distancia, podemos asegurar que las promesas que hizo el GDF se quedaron en el discurso. Hasta el día de hoy seguimos viendo la presencia continua de comerciantes informales en el Metro. Una muestra más de la poca efectividad de las autoridades de la ciudad ha sido su programa de integración de vagoneros al comercio formal, que también ha sido un fracaso. Basta recordar que el mismo GDF reconoció, en julio pasado, que de mil 400 vagoneros inscritos sólo permanecían 500.

En materia de seguridad, recientemente se dio a conocer que fue encontrada una mujer sin vida en uno de los sanitarios de la estación Constitución de 1917; eso sin contar los numerosos asaltos y abusos de los que muchos usuarios son víctimas a diario al interior de los vagones. No obstante, quizá lo que sigue siendo el hecho más lamentable con respecto a este servicio es la Línea 12, la cual volverá a funcionar, según proyecciones del GDF hasta el 2015 con una inversión de 883.2 mdp, recursos que quizá seguirán justificándose con la tarifa de cinco pesos del Metro.

Hoy, la realidad del Metro se vive a partir de la experiencia de los usuarios. Y es una realidad que contempla fallas eléctricas, inundaciones, servicio lento y saturado y pésimas condiciones de limpieza. Hoy, a un año del aumento de la tarifa del Metro, podemos asegurar que los recursos extra que se han obtenido no se han usado como se prometió que se haría. Hoy, no sabemos en dónde ha quedado ese dinero ya que las autoridades tampoco han rendido cuentas.

Lo peor es que no basta con quedar a deber resultados y beneficios con el aumento de la tarifa del Metro; ahora con los parquímetros que inundan la ciudad la historia se repite. A pesar de que las autoridades aseguraron que parte de los ingresos del mismo se utilizarían para mejorar vialidades, modernizar camellones y dar mantenimiento a las banquetas, las colonias en las que se encuentra este servicio siguen igual de abandonadas. Y luego ¿a dónde se está yendo el dinero?


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