Guerrero y los partidos

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En política, por ejemplo, el dinero no cambia a la gente: simplemente la exhibe tal cual es. Lo mismo sucede con determinados eventos en los que se revela la naturaleza de las capacidades o intereses, ya sea del propio gobierno o de los partidos políticos.

En política hay muchas cosas que permiten darse una idea clara de cómo es alguien o cómo funciona determinada institución. Más aún en un país como el nuestro tan reacio a las normas. En política, por ejemplo, el dinero no cambia a la gente: simplemente la exhibe tal cual es.

Lo mismo sucede con determinados eventos en los que se revela la naturaleza de las capacidades o intereses, ya sea del propio gobierno o de los partidos políticos. El pavoroso caso de Iguala ha mostrado la capacidad de respuesta del gobierno federal —que parece entrampado en su propio estupor— y los intereses legítimos, pero en estos momentos mezquinos, de los partidos políticos.

El PRD ha dado muestra de ser una izquierda empobrecida ideológicamente y dominada por una directriz electorera. Su reacción natural fue comparar a su gobernador Ángel Aguirre, con otros gobernadores del PRI en cuyos estados también hay graves problemas de inseguridad. Poco o nada les movieron las condiciones de los familiares de los asesinados y los desaparecidos. Las que fueran algún día banderas de la izquierda: los jóvenes, los estudiantes, la pobreza, son ahora víctimas de los gobiernos de un partido consumido por la voracidad y las rencillas internas.

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Las diferencias entre diversos perredistas no son novedad, simplemente revelan que nunca estarán de acuerdo ni siquiera ante asuntos de tanta gravedad. Una muestra de decidir contra la pared es lo que la dirigencia perredista ha mostrado en estos días. Ha pasado de la defensa institucional abierta a dejar en manos del gobernador la renuncia a su cargo. Al mismo tiempo defienden que no se lleve a cabo la desaparición de poderes en el estado. Pretenden deslindarse del alcalde prófugo de Iguala alegando que no era perredista hasta la elección pasada, pero defienden a capa y espada a un gobernador que un día antes de su candidatura era miembro del PRI.

El PRD debe una explicación puntual de los vínculos de varios de sus militantes con el crimen organizado y la reacción de sus dirigencias para defenderlos. Ha sucedido en Michoacán y en Guerrero. Y más; el alcalde de Ixtapan de la Sal, hoy detenido por vínculos con la delincuencia, también es perredista.

El PAN, por su parte, puede y debe exigir la salida de Aguirre. Pero tiene que encontrar ahí un motivo para ser más cauteloso a la hora de hacer alianzas de todo tipo a las que son tan proclives sus dirigentes. Al final, nunca le toca nada porque los hacen a un lado. El PAN prestó su nombre para que llegara Aguirre, no se debe de olvidar. También el panismo tiene un motivo más de reflexión: el asesinato de uno de los suyos a manos de sus propios compañeros de partido —según la información más reciente— es más que preocupante. Habla de un partido a nivel local que está en la lógica criminal. No es la primera vez que sucede en Guerrero que panistas se matan —asesinan— por un puesto. Hay que poner las barbas a remojar.

Finalmente el PRI, de cuyas filas salió Aguirre, debe ser cauteloso en sus candidaturas y en la revisión de sus cuadros en gobiernos. El caso de Michoacán —no muy lejos de Guerrero— es claro: un ex gobernador interino que también fue procurador y secretario de Gobierno está en la cárcel. Y en Guerrero el gobierno federal priista se juega bastante más que el resultado de una investigación.

En eso están los partidos en Guerrero.


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