Fue una elección ciudadana

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La cualidad ciudadana ha sido mal entendida por la propia población y ha preferido vincularse con el poder estatal mediante relaciones clientelares, canonjías, dádivas, influyentismo, compadrazgo, soborno y corrupción; y en el mejor de los casos a través de la presión política o el temor a la represión.

Lo que se entiende como derechos y obligaciones ciudadanas no sirve a las personas a conciliar su relación con el Estado, pues éste ha sido desplazado como fin último por “el poder” disfrazado de política, que no quiere frente a sí a ningún sujeto político que lo limite.

Este hecho ha ocasionado que la ciudadanía como ente político, paradójicamente haya claudicado en sus derechos políticos, sociales y civiles en detrimento del desarrollo, de la democracia y del propio Estado.

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Los actos de gobierno emanan de la cúpula del poder sin la participación de la ciudadanía, actos que por tanto revisten un carácter de arbitrarios, antidemocráticos y sin fin social.

Sabemos que el Estado ha sido parte de la historia de la lucha por el poder en la humanidad, pero también que la democracia es la historia del proceso de incorporación de la sociedad en las decisiones del Estado, y esa debe ser la premisa.

El Estado no es democrático por el hecho de que interactúen entre sí los poderes que lo componen y las instituciones públicas que lo integran, es democrático sólo si interactúa con la ciudadanía.

El problema actual del ejercicio del poder es que: por un lado el poder político no necesita de la ciudadanía, y por ende, la democracia para gobernar; y por el otro, a la población no le ha sido necesaria su calidad ciudadana ni, por lo mismo, la democracia para vincularse con el poder Estatal.

La ciudadanía no ha sido un actor decisivo en la construcción histórica del poder del Estado y de las relaciones políticas, lo han sido las facciones, las guerras, rebeliones, la dictadura, el paternalismo político, etc.

Nuestro país, es un Estado de facto, con débil perfil democrático que se ha vinculado con la sociedad sobre bases más clientelares, corporativas, patriarcales, caciquiles y paternalistas que sobre formas democráticas y jurídico-políticas

Ha sido vasta la funesta experiencia de tener, en lugar de Estado democrático, sólo aparato de poder para el control político, y en lugar de ciudadanía, grupos de presión y clientela política, experiencia en la cual lo único que han florecido son privilegios, autoritarismo y pobreza, en lugar de democracia, bienestar y desarrollo como es en sociedades en las que hay Estado y ciudadanía en permanente interacción.

Se construye una candidatura dejando ver que el Estado se compone de ciudadanos titulares del poder y ciudadanos en ejercicio del poder, de ciudadanos mandantes y ciudadanos gobernantes, si uno de ellos falta, si una de las partes falla, no hay democracia, no hay Estado democrático y no hay desarrollo democrático.

Es tiempo de trabajar por una ciudadanía que está lista para dar el paso a un Estado Ciudadano, hacia un régimen político en el que haya una ciudadanía que asuma su naturaleza política, este simple hecho conducirá indefectiblemente a la democratización del Estado, del ejercicio del poder y del desarrollo.

De nada sirven las reformas del Estado si a la par no hay una asunción ciudadana, de nada servirá que se tome este momento como un hito histórico de transición democrática sin una real transición ciudadana.

En este sentido, hoy podemos decir que el Estado Ciudadano debe consolidarse con el cumplimiento de la promesa de empoderar a los ciudadanos, y de compartir la toma de decisiones; es el tiempo de los ciudadanos, y es el tiempo de que las instituciones se consoliden con la ciudadanía que está a la espera del poder compartido.


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