Este artículo no es sobre la visita del papa

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Si quieren leer cosas sobre la visita del papa, qué va a comer, cómo lo veían los del gabinete, cómo los priistas revolucionarios que se sienten discípulos de Juárez besan el anillo papal, por dónde va a pasar o qué le van a cantar, vaya a otra columna. Ya habrá tiempo y reposo para hablar de sus discursos. Por lo que respecta a este artículo trataremos otro tema.

Hasta la semana pasada existía un consenso en torno a que la canciller Claudia Ruiz Massieu seguía siendo la secretaria de Turismo. Quizá no fuera una falla propia, sino la sorprendente falta de definiciones en general de este gobierno. Nada más de recordar que se tardaron meses en nombrar embajador para Estados Unidos, uno puede imaginar que las relaciones con el mundo les parecen poca cosa.

Por eso llamó la atención la sorpresiva reunión que Ruiz Massieu tuvo con la esposa de Leopoldo López, el opositor encarcelado en Venezuela (no deja de darle un toque especial que la reunión fuera de mujeres). Esos actos no son gestos, son acciones políticas y qué bueno que el gobierno lo hizo. El compromiso con la democracia obliga a una opinión respecto de lo que pasa en ese país. Si el gobierno no quiere decir expresamente nada, con la acción de la canciller ya se manifestó de manera suficientemente clara. Salvo algunos retardatarios anclados en el populismo barato y en la izquierda más idiota, la reunión de ambas mujeres fue aplaudida.

No es la primera acción que sorprende de la canciller. El pasado enero recibió a todos y cada uno de los cónsules que asistieron a la reunión anual y les dedicó unos minutos a cada uno. Eso no había sucedido en la cancillería, fue algo más que un detalle para con sus subordinados.

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Todo parece indicar que cierta misoginia priva en este gobierno de tolucos y pachucos. Únicamente son dos las mujeres que están al frente de alguna secretaría, Ruiz Massieu y la neopriista Rosario Robles. Si bien es cierto que no todo es cuestión de cuotas, no deja de ser premoderno excluir a las mujeres de la toma de decisiones en el primer nivel.

No debió ser cosa fácil para quien está al frente de la diplomacia mexicana decidir dedicarse a la política. Se necesita algo más que la voluntad para enfrentarse a un mundo en el que la traición, el riesgo constante y el desprestigio que siempre espera a la vuelta de la esquina son la constante. Tiene valor que lo haga una mujer y lo tiene más que lo haga cuando la tragedia rondó su casa. Además no es cosa sencilla llevar un apellido con peso específico, pues o te ayuda o te hunde. Parece que Claudia —a quien no conozco— ha pasado la compleja línea de salir adelante. Ojalá vuelva a sorprender en la cancillería.


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