Estampitas papales

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Esta columna sí se trata de la visita del papa. Ha dado para todo. Desde pequeños jacobinos en Twitter o idealistas del Estado laico hasta prestigiados intelectuales, como Jesús Silva Herzog Márquez, quien se queja de que todo es hablar del papa y por lo mismo hace un artículo… sobre el papa. Pero bueno, eso es parte de una saturación mediática.

«La vida no es linda con enemigos», dijo Francisco I en Morelia. Sabe de lo que habla, pues ha estado toda su gira en México flanqueado por el «mala sombra», Norberto Rivera. Pocos personajes en nuestra vida pública y en la de la Iglesia tan nauseabundos y repugnantes como el cardenal Rivera.

Queda la esperanza de que Norberto haya escuchado las palabras que nunca dirá y que vio los gestos que nunca tendrá, los aplausos que nunca escuchará, las sonrisas que nunca verá a su paso. «La vida no es linda con enemigos», dijo el papa, mientras en el mismo Morelia se aparecía como invitado especial Rodrigo Vallejo, miembro del crimen organizado e hijo de quien fuera gobernador, Fausto Vallejo.

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Anécdotas han sobrado. Desde el secretario del Trabajo tomando fotos para su esposa, hasta la esposa del gobernador de Chiapas cantándole una canción al representante de Roma. No deja de sorprender que los priistas tomaran el papel de los panistas ante el papa. Como si fueran acólitos místicos, monaguillos ansiosos de la bendición o rezanderas fanáticas, se peleaban codo a codo un lugar en Palacio, en la Basílica o donde fuera para tomarse la foto. Ni quién se acordara que el fundador de su partido organizó una persecución religiosa contra los católicos.

Lo mismo daba la senadora priista de Nuevo León que mandó a su hijo a tomarse una foto para después presumirlo en las redes sociales, que Claudia Pavlovich, gobernadora de Sonora, quien besó la mano del papa, mientras en su tierra persigue a sus adversarios como si estuvieran en tiempos de Pablo de Tarso. O toda la izquierda formada para tener su foto, su recuerdo como un preciso recuerdo de lo que nunca lograron, de la claudicación de sus ambiciones ideológicas.

¿Y qué decir de la clase gobernante? Penosa porque nunca hemos sabido qué piensa de las relaciones con la Iglesia católica. De hecho no sabemos qué piensa de nada. Por eso mismo Gerardo Ruiz Esparza se inclina ante el papa con menos entusiasmo que con los directivos de OHL. Y lo peor, el asunto del subsecretario de Desarrollo Social, Ernesto Nemer. Su foto con el niño bolero es una expresión grosera de lo que les parece la política social en este gobierno. Es una vergüenza total que exhibe el pensamiento clasista de un alto funcionario del gobierno y que se ufana de ello. Si el discurso del papa ha sido claro en los ámbitos del crimen, la corrupción y el compromiso social; el tuit de Nemer es la respuesta del gobierno al discurso social del papa: «A nosotros nos bolean los zapatos, pero les vamos a ayudar».


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