Ensuciando el ambiente

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Por: Alejandro Díaz

Los incendios forestales en los alrededores de Monterrey y Guadalajara han sido combatidos con esmero. Buscan preservar áreas necesarias para mantener el medioambiente, captando humedad, inhibiendo temperaturas extremas y permitiendo la vida silvestre, así sea escasa. No sólo ayuntamientos, sino los gobiernos estatales refuerzan las brigadas permanentes de extinción de incendios para minimizar daños al ambiente.

Las grandes áreas metropolitanas del país de por sí tienen mínima calidad del aire debido al enorme consumo de combustibles por tráfico vehicular. Éste origina emisiones que los vientos no alcanzan a disipar. Mientras el gobierno federal tiene la responsabilidad de verificar la calidad de los combustibles vendidos en el país, los gobiernos locales deben empeñarse en establecer programas para verificar los vehículos y así reducir las perniciosas emisiones que afectan la salud a corto y a largo plazo. Todos tienen una responsabilidad, aún con fenómenos que se salen de control.

Uno de esos fenómenos son los incendios forestales, que independientemente de los daños físicos que pueden ocasionar a viviendas e instalaciones destruyen un patrimonio que estamos obligados a conservar: nuestros bosques. Adicionalmente incrementan la contaminación atmosférica, las temperaturas extremas y llegan a causar afectaciones respiratorias graves. Contaminar la atmósfera es uno de los más dañinos efectos de todo tipo de incendios, especialmente forestales.

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Otro fenómeno no es tan fortuito, es originado por grandes empresas que debieran interesarse más en la salud de quienes habitan en su entorno. Hablo de cementeras, siderúrgicas, de PEMEX y de la CFE. En especial de estas dos empresas que debieran cuidar no generar afectaciones a las comunidades en la atmósfera, en el campo, en mares, ríos o lagos. Ambas empresas contaminan tanto o más que los incendios forestales. La Ciudad de México se ha salvado este año de sufrir incendios forestales, pero no ha logrado que la calidad del aire mejore porque las emisiones de la refinería de Tula y de la planta de la CFE en el mismo lugar han aumentado sus emisiones, equivalentes a un incendio forestal de graves consecuencias.

La calidad del petróleo que se extrae del subsuelo tanto en tierra como en el Golfo de México se ha ido degradando. Queda muy poco de la alta calidad que se extraía en el pasado, en especial en el campo Cantarell, que reunía las mejores características. No sólo era un petróleo ligero sino con bajo contenido de azufre que permitía refinarlo con éxito. El crudo que actualmente se extrae es pesado y con exceso de azufre; no es el mejor para refinar y menos para consumirse en áreas urbanas por sus implicaciones para la salud humana.

El combustóleo resulta de la refinación del petróleo y es de tan mala calidad que su uso en barcos ha sido prohibido por la Autoridad Marítima Internacional. El combustóleo mexicano por eso ya no puede exportarse y todo lo que se produzca tiene que ser consumido localmente. Mientras la industria cementera puede utilizarla sin afectar la atmósfera, la generación eléctrica contamina, y mucho.

El gobierno federal ha establecido que su prioridad es PEMEX y no la salud de los mexicanos. Ha ordenado a la CFE consumir tanto combustóleo como sea posible -para aumentar los ingresos de PEMEX- aunque envíe a la atmósfera miles de toneladas de nubes sulfurosas que atenten contra la salud de millones. Sabe que la solución está en instalar coquizadoras para inhibir el azufre, pero no les dedica recursos sino prefiere invertir en una refinería adicional sin futuro. Quienes le damos importancia a la salud debemos revertir ambas decisiones.

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