En el imaginario oficial

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Después de muchos avatares se llevó a cabo la llamada jornada electoral para decidir quienes ocuparan los puestos de ministros, magistrados, jueces y miembros del nuevo Consejo de Disciplina Judicial, proceso que desde un inicio estuvo plagado de aspavientos.

La doctora Sheinbaum desde un inicio adoptó la responsabilidad de esa elección, pues en reiteradas ocasiones hizo alusión a que se trataba de un compromiso adquirido antes, durante y después de la campaña, inclusive afirmó que era una legitima aspiración del pueblo mexicano respaldado con los treinta y cinco millones de votos que obtuvo en la elección presidencial, de suerte que se convirtió en un mandato.

Según los datos oficiales proporcionados por el Instituto Nacional Electoral, hubo una participación que oscila entre el 12.57 al 13.32 porciento de una lista nominal de electores de alrededor de noventa y nueve millones de personas con derecho a votar, lo que se calcula que acudieron a las urnas unos trece millones de ciudadanos, aunque existen analistas que consideran un menor rango de votantes.

La titular del Poder Ejecutivo calificó la elección como un gran éxito, algo inédito que coloca a México como el país más democrático del mundo, donde destacó la participación de los ciudadanos.

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Esa postura, contrasta con la opinión de reconocidos especialistas internacionales, quienes han mencionado que el pueblo de México le dio la espalda a ese ejercicio, inclusive, al ser la primera ocasión que se utilizaba el método para elegir a los juzgadores, si en realidad fuese del interés de los ciudadanos se hubiera visto reflejado en las urnas, lo que no aconteció, por el contrario, la pobreza de la participación revela síntomas de rechazo.

También resulta importante en este ejercicio de evaluación saber cuantos votos fueron nulificados o no utilizados, pues hubo una significativa cantidad de personas que ejercieron su derecho y, de esa forma, manifestaron su inconformidad.

Ahora bien, los procesos electorales en términos generales al tratarse de una competencia despiertan la pasión, invitan al debate, propician la reflexión y, después de la jornada, hay algarabía, júbilo en los triunfadores; así como manifestaciones de tristeza, decepción o incredulidad para quienes no lograron la aspiración.

Es curioso, que esas conductas no se hicieron presentes en esta ocasión, los únicos que festejaron de forma lacónica fueron Sheinbaum y algunos -muy pocos- de su gabinete, pues ni siquiera la cúpula de Morena, que andaba ocupada e inquieta con las elecciones de Veracruz y Durango, donde no obtuvo los resultados que esperaba.

Conforme se vayan dando los resultados comenzarán a surgir más cuestionamientos de las elecciones, que de antemano podemos adelantar que no otorgan la legitimidad correspondiente, en principio por la baja participación; enseguida por la gran cantidad de votos nulos o no utilizados; además, por los acordeones oficiales distribuidos; la compra de votos; el acarreo oficial, etc.

Eso sí, fue palpable que todo el aparato oficial de morenistas, Senadores, Diputados, Gobernadores, Presidentes Municipales, y el séquito de operadores estuvieron metidos en la movilización de electores y, ni así pudieron sacar con éxito la elección.

La realidad contrasta con el imaginario oficial, el fracaso es patente tan grande como su calidad moral.


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