El trenazo

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Un gobierno que usa a los pobres como recurso de propaganda, que les endulza el oído al jurarles que “ellos son primero”, pero que termina tratándolos despectivamente, con servicios públicos de quinta.

Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y, sobre todo, López Obrador deberían renunciar por dignidad política. Los tres son responsables directos de la tragedia más espectacular que haya registrado el Metro en 52 años de existencia.

La imagen recorrió el mundo y quedó como ícono dantesco de lo que representa el régimen. Detrás del trenazo, del colapso de la estructura y el desplome de los vagones hay un grupo político que ha desviado y despilfarrado infinidad de recursos para sostenerse en el poder.

Un gobierno que usa a los pobres como recurso de propaganda, que les endulza el oído al jurarles que “ellos son primero”, pero que termina tratándolos despectivamente, con servicios públicos de quinta, degradados y sin mantenimiento, porque lo importante en este sexenio es depositar recursos en la alforja republicana del señor López Obrador.

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Cada funcionario es responsable de una parte de la catástrofe. Sheibaum dijo que pedirá un peritaje externo para conocer las causas y encontrar a los culpables. Las causas y los culpables están dentro del mismo gobierno y ella lo sabe. Más que una investigación técnica hace falta un reconocimiento de responsabilidades.

La señora Sheinbaum no es más que una fiel operadora de la austeridad suicida y discrecional dictada desde Palacio Nacional. Hay recursos para las obsesiones presidenciales como el Tren Maya o la Refinería Dos Bocas, pero no para el trasporte que traslada diariamente a millones de pobres.

El presidente tiene sus prioridades. Siente más empatía por la mamá del Chapo o por los narcos que viven en la soledad de sus celda que por las víctimas que perdieron la vida entre los fierros retorcidos del Metro. Ni siquiera su esposa, la doctora en Historia Beatriz Gutiérrez Muller, tuvo la capacidad intelectual y emocional para solidarizarse correctamente con los padres cuyos hijos fueron víctimas de una negligencia criminal.

Sheinbaum, como fiel operadora de la austeridad suicida ha dejado al Metro sin dinero, ha despedido a ingenieros y técnicos experimentados y los ha sustituido por simpatizantes de la 4T. La catástrofe ha hecho más evidente las carencias a los que se enfrentan todos los días los trabajadores del Metro. Ninguna queja, reclamo o sugerencia es atendida por las autoridades.

Marcelo Ebrard inició como jefe de gobierno de la Ciudad de México la construcción de la Línea 12. La obra siempre fue calificada como “la gran estafa”, mal planeada, con deficiencias de alto riesgo y con un sobreprecio de miles de millones de pesos que obligó al ahora canciller a refugiarse en París durante un tiempo.

Lo que menos le interesa al presidente es ordenar una investigación independiente que llegue hasta sus últimas consecuencias. No le interesa y menos le conviene porque tendría que pedir a sus dos delfines, Sheinbaum y Ebrard, que cuando menos renuncien. Aunque alguno de ellos y otros más, como el ex director de finanza del gobierno capitalino –y hoy presidente del partido Morena–, Mario Delgado, merecerían ir a la cárcel.

El colapso del Metro es el quiebre del régimen. Junto con los vagones se derrumbó la credibilidad del gobierno. Nadie imaginó y menos López Obrador, que un trenazo iba acabar con la 4T.


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