Eficiencia policiaca selectiva

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Cuando tienen el estímulo correcto nadie escapa al largo brazo de la ley. El multihomicidio de la Narvarte lo tiene.

La noticia corrió con velocidad y no había redes sociales. Pero era imposible no enterarse. Tal vez fueron los avezados reporteros de la fuente policiaca que escucharon por las frecuencias de la movilización o quizá un comandante indiscreto filtró la información a un periodista conocido. El hecho es que aquel 6 de mayo de 1999,  nos sorprendió saber que se habían robado el Ford Grand Marquis de doña Amalia Solórzano de Cárdenas, la madre del mismo Jefe de Gobierno.

Por aquellos días el robo del vehículo estaba disparado y fuera de control. Esperar que recuperaran un coche robado era un acto de fe, porque era un verdadero milagro que ocurriera.

Pero la fortuna estuvo del lado de la madre del entonces jefe de Gobierno del DF, Cuauhtémoc Cárdenas. Apenas unas horas después  encontraron el lujoso auto, aunque no al ladrón. Y una de dos: el pillo escuchó las noticias, se enteró en la que se había metido y decidió quitarse del problema, o “alguien” se comunicó con “alguien” y ordenó que regresaran el coche robado.

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Sin cámaras de seguridad en las calles, hay que recordar que llegaron casi diez años después a la ciudad, y aún sin una sola pista, la policía logró recuperar el auto de doña Amalita Solórzano.

La vox populi diría que “ellos (la policía) saben quiénes son y dónde están (los delincuentes)”.  El caso se cerró  años después con la captura del líder de la banda de Los Chirilas.  No hay duda de que cuando tienen el estímulo correcto nadie escapa al largo brazo de la ley.

El multihomicidio de la Narvarte lo tiene y de sobra: un departamento en el que asesinan al estilo de la mafia a un periodista y una activista social enfrentados con el gobernador de Veracruz,  una colombiana cuya identidad se descubre falsa y dos mujeres más, la noticia vuela en medios nacionales e internacionales y hasta la ONU demanda el esclarecimiento.

Un coche robado, el registro de las cámaras de seguridad de la calle de los delincuentes huyendo y las huellas dactilares de un asesino son  suficientes para dar con el primer detenido y hacerlo confesar.

Si bien es cierto que la PGJDF sorprende y avanza con gran velocidad, aún queda pendiente establecer el móvil, al autor intelectual y ventilar el tufo político. También, lo es que como siempre la eficacia es selectiva.

Un día después del homicidio de Narvarte, dos motociclistas matan a una mujer en una taquería de Mixcoac. Vestidos con chamarras y cascos en color negro ingresaron al restaurante El Negrito para asesinar a la mujer identificada como Karina Mejía de 42 años, quien cenaba con su hija. No se robaron nada.

Hubo cerca de 15 testigos, el asesinato quedó grabado por cámaras de circuito cerrado del lugar, encontraron la motocicleta en la que huyeron; incluso, el casco amarillo del que disparó estaba tirado a unos centímetros.

Es, sin duda, mucho más de lo que el policía tuvo para comenzar a resolver el multihomicidio de la Narvarte y nada sabemos.

Pero cuando no hay activistas en las calles, instancias internacionales demandando resultados ni nombres de políticos o famosos involucrados, la Procuraduría de primer mundo se achica y recupera su verdadero nivel, ése en el que la mayoría de los casos quedan sin resolver.


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