Destapes y destapados

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Aún sin concluir el proceso electoral y estando en trámite recursos de impugnación, diversas voces han comenzado a pronunciarse para anunciar sus aspiraciones políticas de cara al 2018. Sin embargo, antes del interés personal por contiendas que todavía están lejos, estamos obligados a realizar un análisis de los resultados obtenidos.

En este proceso, un partido de larga trayectoria perdió su registro. Otro, de más reciente creación, se consolidó como jugador de peso político, alcanzando porcentajes importantes de representación en el Congreso y algunos más lograron votaciones significativas que les permitirán, durante los próximos tres años, marcar buena parte de la agenda legislativa y política del país.

Para el PRD particularmente, el balance de la contienda electoral debe ser objeto de una profunda reflexión y de una más profunda reconfiguración. Es evidente que alcanzamos una votación menor a la esperada; que fuimos rebasados en nuestra capacidad de convencimiento, con lo que nuestra representación en el Congreso disminuirá. Pero no todo fue derrota. Sí, perdimos Guerrero, pero recuperamos Michoacán y, en el Distrito Federal, tendremos el reto de ser, por primera vez, la segunda fuerza política en la Asamblea Legislativa y gobernando el menor número de delegaciones desde el año 2000.

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Sin duda, este panorama nos exige una evaluación seria de los factores que llevaron al partido a obtener estos resultados. No se trata de buscar culpables o traidores, de pedir renuncias o dispensar expulsiones; ni de encontrar nuevos héroes que rescaten nuestra identidad partidaria. El proceso electoral fue lo que fue. Ahora debemos asumir la responsabilidad de las decisiones que se tomaron, principalmente en la definición de las candidaturas.

No creo que podamos considerar traidores a quienes dejaron el partido para competir por otros colores. Se trata de compañeros que en la gran mayoría de los casos fueron excluidos del proceso de selección interna de nuestro partido y que, legitimamente, buscaron otras opciones, otros espacios. Y que además, encontraron cobijo en plataformas identificadas con la izquierda, mantendiendo con ello su congruencia y credibilidad.

En el caso de MORENA, la división era evidente. Hoy tenemos una ruta distinta, sin embargo, el objetivo es común: mejorar las condiciones de vida de las y los mexicanos, abatir la desigualdad y la pobreza, asegurar la educación para nuestros hijos, empleos mejor remunerados y servicios de salud dignos y eficientes.

Por ello, no debemos equivocarnos, el conflicto no es entre el PRD, MORENA y Movimiento Ciudadano. En conjunto, estos partidos representan diversas expresiones de izquierda, somos un abanico de opciones para la ciudadanía, quien respondió ante nuestra propuesta ortorgándonos su confianza y permitiendo que a partir de septiembre seamos una fuerza que equivale casi a la cuarta parte del Congreso. La izquierda gobernará territorios importantes en diversos estados como Jalisco, Guerrero, Michoacán y el Distrito Federal.

Estamos sintiendo y resintiendo los efectos de las decisiones que se tomaron desde las etapas más tempranas del proceso electoral. Hoy confirmamos que de haberse construido candidaturas de unidad, los resultados habrían sido otros en Guerrero, o en delegaciones como Milpa Alta, Cuauhtémoc y Magdalena Contreras. Cerramos la puerta a nuestros compañeros y la ciudadanía abrió la puerta a posiciones políticas adversas, que no representan opciones afines a nuestro proyecto de izquierda.

Por todo esto es que creo que antes de inicar con especulaciones, de dibujar escenarios futuros o anunciar aspiraciones políticas, con destapes anticipados o destapados para la Presidencia del 2018, debemos establecer una ruta y propuesta clara para la gente. Debemos marcar una diferencia. Debemos distinguirnos del gobierno que hoy se encuentra en el poder, y ser la propuesta que recupere la confianza de la gente.

Si hay una lección que aprender del proceso electoral de 2015, es que la izquierda dividida pierde. No podemos conformamos con construir una bancadas sólo con aritmética. No podemos conformarnos con gobernar los espacios que nos dejen nuestros adversarios, echando a menos los 18 años que llevamos impulsando un proyecto de izquierda para el Distrito Federal.

De nada vale que un partido gane elecciones si quienes pierden son los ciudadanos. De poco sirven los buenos candidatos que se convierten en gobiernos que no responden, que no proponen y que no resuelven.

Si nuestro objetivo es, como lo ha sido desde 1989, cambiar el país, debemos encontrar la forma de remontar las diferencias, asumiendo una actitud autocrítica y de humildad política. En ello encontraremos la talla de propuesta que merece la ciudadanía.


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