Todo el año hemos visto como descendió el tipo de cambio del peso frente al dólar. Sólo durante febrero pasó de 18.98 a 18.30. Quizá muchos consideren que es una minucia, pero hay que recordar que estuvimos a más de 20 pesos por unidad los últimos dos años. Sin embargo, seguirá bajando hasta que encuentre su punto de equilibrio.
Un dólar barato hace menos atractivas las exportaciones porque se reciben menos pesos por pieza cotizada en dólares. También las remesas enviadas desde el exterior a familiares les rinden menos pesos. Un dólar barato desalienta a exportadores y migrantes por igual.
Al mismo tiempo, un dólar barato permite comprar bienes extranjeros a menor costo y viajar más fácil por todo el mundo, pero ¿por cuánto tiempo? Ya en años anteriores hubo devaluaciones catastróficas causadas por un dólar barato (1976, 1982 y 1994) que facilitó la compra excesiva de divisas… y luego la caída abrupta del peso frente a otras monedas.
Ahora presume el gobierno un ‘peso fuerte’ sin ver que está siguiendo los pasos de su antecesor López Portillo. Acostumbrado a imponer su voluntad antes que permitir el libre juego de la oferta y demanda, sorprende que en este campo sí la permita. Quizá crea que sólo el balance del comercio exterior, el turismo y las cantidades que remiten los paisanos a sus familias afectan el precio del dólar que lleva ya dos años a la baja.
O quizá crea que su política de no atraer inversión extranjera productiva limita la oferta de dólares en territorio nacional y de esa manera impide su impacto cuando ésta se llegue a retirar. Lo que sí está claro que nadie en su gobierno procuró atraer a los industriales que abandonaban China. Tan nadie hizo mayor esfuerzo que sorprendió a todo el gobierno cuando comenzaron a escasear parques, terrenos y bodegas industriales y a incrementarse la demanda eléctrica.
Ahora que llega la magna inversión de Tesla en el área metropolitana de Monterrey, el inquilino de Palacio la intentó llevar hacia al Sur. Buscó denodadamente que esta inversión se instalara cerca de sus obras emblemáticas, como el AIFA, el Tren Maya o la conexión ferroviaria del Istmo de Tehuantepec, sin éxito.
Cierto que no intentó que la mega fábrica se instale cerca de la refinería de Dos Bocas. Espero que sea porque finalmente el inquilino ya se dio cuenta que el millón de autos que producirá anualmente la mega planta no usará los productos contaminantes derivados del petróleo.
Sin saber si dejará que el gobernador emecista de Nuevo León se lleve el crédito y todos los aplausos por la nueva planta, lo que sí le debe quedar claro es que a muy corto plazo se acabará la ventaja estratégica del petróleo.
Como se expresó a través de mensajes (memes) en la red, en este sexenio se dió la mayor inversión pública para producir combustibles que nunca usarán los vehículos producidos en la mayor inversión privada.
Pero hay un factor del que poco se habla y que también facilita que se de un ‘dólar barato’: la deuda pública. A pesar de que publicita que no ha crecido la deuda pública, no hay forma en estos momentos de comprobar que nos dicen la verdad. Otra vez, a cortísimo plazo sabremos si puede el gobierno cubrir los pagos de la deuda pública (externa e interna). La sola sospecha de que el gobierno no podrá cumplir alguno de sus compromisos, incluyendo la reprogramación de pagos, puede desatar una corrida como la de los años mencionados y acabar con la poca credibilidad con que aún cuenta.
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