La contingencia ambiental en plena primavera muestra el fracaso de la política pública del Gobierno de la Ciudad de México. Darle solución a los retos en la calidad del aire de la Zona Metropolitana, va más allá de la improvisación mostrada por la actual administración capitalina. Exige un planteamiento estratégico de alto rigor, si en verdad el jefe de Gobierno desea establecer un sistema de movilidad sustentable y eficiente.
Es de llamar la atención el anuncio de medidas desarticuladas entre sí, muchas veces antagónicas, de vida corta o de nulo impacto en la reducción de emisiones contaminantes. Causa sorpresa también la fallida infraestructura construida en la Ciudad de México, sea una línea de Metro o un segundo piso, para aliviar los problemas de movilidad. Otras entidades integrantes de la Megalópolis empiezan a observar con preocupación las decisiones mal sustentadas que son asumidas en la capital mexicana, las cuales no sólo afectan su territorio, sino que tienen un impacto negativo en la propia región de la Megalópolis.
Es urgente que el Gobierno de la Ciudad de México haga valer la palabra empeñada en asegurar un modelo de movilidad de vanguardia, a través de un programa integral que lo haga viable. Mientras eso sucede, la pregunta que se hace todo ciudadano es por dónde empezar.
Sin duda, el primer reto para la administración de Miguel Ángel Mancera es el combate frontal a la corrupción. Actualmente los trámites de tránsito se han convertido en un lastre del gobierno. Mientras los taxistas renten catalizadores, los transportistas burlen a los verificentros y las multas se arreglen con mordidas, será imposible contar con algún reglamento nuevo o verificación suficiente que ayude al medio ambiente.
Asimismo, es imprescindible asegurarle al ciudadano un transporte público sustentable, seguro y eficiente. Para ello, es necesario terminar por completo con los cientos de microbuses viejos, unidades contaminantes, choferes mal capacitados y transportes sin verificación, además de camiones de carga que contaminan durante todo el día, cuando debería ser como en otras ciudades del mundo, donde circulan de 10 de la noche a 5 de la mañana. Mismos que son los principales causantes no sólo de que diariamente las emisiones contaminantes de la CDMX sean superadas, sino también del caos vial que se vive a todas horas en la capital del país.
Esto va aunado con la creación de un sistema de transporte eficiente, limpio, seguro y rápido, un sistema articulado que cubra las necesidades del entorno urbano. Esto significa crear nuevas rutas de Metrobús y Metro para que, así, el ciudadano cuente con mayores motivos para dejar estacionado su coche y optar por el colectivo.
De igual forma, de poco servirá estimular el uso de la bicicleta y corredores peatonales si se sigue exponiendo, como hasta ahora, a las personas a una infraestructura peligrosa que ha orillado a varios usuarios a sufrir accidentes con otras formas de transporte, incidentes muchas veces mortales; sin dejar de lado el tráfico que han ocasionado los carriles de bicicletas que se distinguen por su mala planeación.
Tal vez la Ciudad de México, en lugar de señalar a otros gobernadores, podría voltear la vista a esos estados donde se cuenta con redes de ciclopistas interconectadas con espacios públicos y centros de trabajo, obras públicas de vanguardia que, hasta ahora, no se ven en la capital del país.
Así, el Gobierno de la Ciudad de México tiene la responsabilidad de ofrecer incentivos adecuados a la industria que le da sede, a fin de que adopte tecnologías que disminuyan considerablemente los gases contaminantes. De igual forma, hacer mucho más eficiente su sistema de manejo de residuos sólidos, para reducir los gases de efecto invernadero. Es tiempo de que haga valer las expectativas y promesas expresadas. Es momento de que la ocurrencia ceda terreno a acciones eficientes de corto y mediano plazos.
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