Como nunca se había visto desde aquella ofensiva estadounidense de 1985 que cimbró la estabilidad precaria del gobierno del presidente Miguel de la Madrid, México está viendo la acumulación de replanteamientos estratégicos de la Casa Blanca para subordinar los márgenes nacionales e internacionales mexicanos en función del expansionismo imperial expresado en todo su esplendor en la guerra Rusia-Ucrania.
En este sentido, Biden está reproduciendo ahora aquella estrategia de seguridad nacional desestabilizadoras del presidente Reagan, de la CIA de William Casey y del senador ultraderechista Jesse Helms. Decisiones unilaterales de la Casa Blanca de Biden están violentando los espacios de soberanía mexicana para aplicar doctrinas de transnacionalización de problemas estadounidenses.
En el escenario de la guerra Rusia-Ucrania, dos senadores estadounidenses –uno del republicano y otro demócrata– presentaron una iniciativa titulada Ley de estrategia de seguridad del hemisferio occidental 2022 que no es otra cosa que la extensión de los intereses de seguridad de Estados Unidos hacia todo el hemisferio occidental, asumiendo la doctrina Reagan de que Occidente está considerado como todo el espacio territorial y geopolítico de dominación del paraguas militar de la Casa Blanca.
La reconceptualización de hemisferio occidental como espacio de dominación territorial de los intereses estadounidenses representa un regreso inocultable a la lógica militar de la guerra fría del período 1961-1991, de la instalación del muro de Berlín por Moscú a la disolución de la Unión Soviética. La guerra de Putin en Ucrania tiene el sentido geopolítico de redefinición del territorio de reconstrucción del bloque socialista ruso-chino-norcoreano, ante las decisiones de la Casa Blanca de Biden de relanzar a la OTAN como reconstruido bloque militar occidental y estructura de poder supranacional sobre el territorio estratégico de Europa.
La revalidación de la OTAN ha estado precedida por la estrategia de seguridad nacional estadounidense de 1999 a la fecha para ir sumando como socios militares a los países que llegaron a pertenecer al bloque ideológico soviético y al acuerdo militar del Pacto de Varsovia, en un intento por acotar por la vía militar los espacios de movilidad de la Federación de Rusia y trasladando a la frontera física de Rusia el simbolismo del Muro de Berlín que definió la partición del planeta en el modelo binario Oeste-Este.
La estrategia de seguridad nacional de la Casa Blanca hacia América Latina y el Caribe no muestra preocupación ideológica, en tanto que los estrategas reconocen que los gobiernos populistas al sur del río Bravo no son un peligro ideológico para EU y la inquietud radica más bien en los simbolismos de las reuniones y abrazos de Putin con algunos líderes populistas latinoamericanos y la penetración económica de China en algunos países de la región.
Sin ninguna articulación en automático, ha habido coincidencia de presiones estadounidenses sobre México para ir replanteando los términos de las relaciones de dependencia: transnacionalización de la seguridad pública, asunción de México como territorio de seguridad de Estados Unidos, regateo en el intercambio de recursos inteligencia en materia del crimen organizado, presiones de Estado para impedir decisiones mexicanas de política y económica que afectan las inversiones estadounidenses y acotamiento del papel mexicano como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.
Del nacionalismo defensivo México ha tenido que pasar a la diplomacia de resistencia ante el acoso estadounidense, pero sin ninguna posibilidad de iniciativa para replantear las relaciones diplomáticas. En la crisis Rusia-Ucrania México no tomará ninguna iniciativa que lo involucre en un conflicto que le es ajeno, pero tendrá que a sumarse a decisiones multilaterales de sanciones que pudieran afectar la autonomía de la política exterior mexicana. El marco estratégico de seguridad del hemisferio occidental que presentaron dos senadores estadounidenses es preocupante en tanto que la Casa Blanca de Biden regresa al marco geopolítico del paraguas de seguridad nacional militar estadounidense.
Las presiones estadounidenses van a regresar a aquel planteamiento inicial que hizo en su primera aparición el secretario estadounidense de Defensa, general Lloyd Austin, de que Estados Unidos tiene la intención de incorporar a México y al ejército mexicano a la OTAN en su nueva fase de bloque militar activo en todo Occidente, con el criterio teórico de que pudiera implicar la instalación de bases militares en territorio mexicano.
El regreso de Estados Unidos al dominio geopolítico y militar de Occidente debe formar parte del escenario de replanteamiento de la política exterior mexicana, de la urgencia de una redefinición de la seguridad nacional en el escenario internacional y todo ello sumando el planteamiento de una política de defensa nacional basado en los intereses nacionales y no en las prioridades estadounidenses.
Este escenario de crisis geopolítica está exigiendo un replanteamiento doctrinario y operativo de la política exterior mexicana en función de los intereses nacionales de México.
Zona Zero
· El modelo de construcción de la paz del gobierno actual está siendo presionado por los intereses estadounidenses para regresar a la estrategia operativa de confrontación con capos y cárteles en función de los intereses de Estados Unidos de tomar el control de la producción y contrabando de droga, aunque sin tomar decisiones para disminuir el consumo y las adicciones de estadounidenses que son las que determinan la producción y flujo de drogas de países latinoamericanos.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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