Ahora que se necesita cabeza fría para enfrentar a Trump, le calientan la cabeza a Sheinbaum

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¡Mis queridos amargados lectores! ¡Qué tiempos estos, ¿verdad?! Apenas estamos digiriendo la cruda electoral y ya se nos viene encima el huracán Trump, y para acabarla de amolar, parece que en Palacio Nacional andan con la agenda de la tía Chona: «Si no me quieres, no me busques». ¡A poco no les da la impresión de que le están calentando la cabeza a nuestra flamante presidenta, la Dra. Sheinbaum, en lugar de ponerle un paño frío para la jaqueca que se nos viene con el gringo trompudo?

Uno pensaría que en momentos de crisis diplomática –porque lo de Trump no es un berrinche de niño malcriado, es una amenaza con todas sus letras: aranceles hasta por debajo de las piedras, deportaciones que ni en las películas de terror, y para rematar, nos van a pintar como la cueva de Alí Babá y los 40 ladrones, pero con narcos–, lo que se necesita es cabeza fría, cintura política y un buen tequila para aguantar el golpe. Pero no, ¡qué va! La estrategia parece ser: «Si Trump ladra, nosotros a ladrarle más fuerte y a movilizar a la raza». ¿En serio? ¿Acaso no se dan cuenta de que esto no es un partido de futbol llanero donde gana el que grita más?

Parece que el fantasma del «¡Muerte al imperialismo yanqui!» anda rondando los pasillos de la Cuarta Transformación. ¡Y con la resaca electoral! ¡No me jodan! Entiendo el sentimiento antiestadounidense, es tan viejo como el Popocatépetl. Pero de ahí a que la política exterior se rija por el «me caen gordos los gringos» hay un trecho larguísimo, y más si el que está enfrente es un vato que no le teme a una buena bronca, y menos a joder a sus vecinos.

Movilizaciones, mentadas de madre y gritos de «¡Viva México!» están muy bien para el 15 de septiembre o para desahogarse en el tráfico de la ciudad, pero para enfrentar a un tipo que te puede cerrar la frontera y dejar a millones de paisanos en la calle, pues como que no es la mejor receta. Se necesita diplomacia de la buena, de esa que no sale en las redes sociales, de la que se cocina a fuego lento y con inteligencia, no con la olla exprés del «sentimiento nacionalista».

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Así que, mis estimados, mientras en Washington andan afilando los cuchillos, aquí parece que ya están preparando la banda de guerra para el desfile. A ver si no nos sale más caro el caldo que las albóndigas. ¡Y que Dios nos agarre confesados, porque con estos genios de la estrategia, la cosa se va a poner buena… o más bien, bien jodida!


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