Administrar el conflicto o liderear el cambio

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Nuestro país requiere un liderazgo que unifique y reinvente una actitud frente a la expulsión de connacionales, agresiones políticas o incremento de aranceles por el gobierno norteamericano.

Los paisanos que están en el vecino país del norte dejaron sus casas porque en nuestro país no existen las oportunidades laborales suficientes y remunerables para sostener a sus familias o porque existe un clima de grave inseguridad en sus comunidades.

En ese sentido, el liderazgo se pone a prueba para atender la raíz de la problemática, puesto que no tendrán efectos duraderos las medidas paliativas del problema, como darles una comida y regresar a los connacionales a sus lugares de origen.

El gobierno federal, encabezado por la titular del Ejecutivo Federal, debería impulsar facilidades para la generación de empleos y promoción a las pequeñas y medianas empresas, toda vez que ellas generan la mayoría de los empleos en el país, lo cual podría atender la principal causa de la migración de nuestros connacionales al vecino país del norte.

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En los tres órdenes de gobierno: federal, estatal y municipal aún persiste un gran cúmulo de trámites burocráticos que dificultan la actividad económica en nuestro país. Se requiere un cambio cultural en los servidores públicos que encabezan las dependencias que atienden a los pequeños y medianos empresarios para que les faciliten su actividad para generar empleos.

No podemos determinar las decisiones de los gobernantes del vecino país del norte, pero sí podemos reordenar la acción gubernamental en nuestro país para brindarle a la sociedad mejores oportunidades y condiciones de vida. Tal es el caso de la atención que las instituciones de seguridad pública proporcionan a la ciudadanía. Sería lamentable que los migrantes que regresan a sus comunidades se enfrenten con instituciones públicas que no les brindan apoyo o, peor aún, los extorsionen.

Los estados fronterizos serán los primeros en recibir una oleada de migrantes repatriados, lo cual generará una presión social que desbordará sus capacidades institucionales para atender en forma adecuada la problemática. Sin embargo, conforme avancen las semanas y meses, esta situación podría llegar a afectar a todo el país porque no existen las condiciones estructurales para recibir esas deportaciones masivas que se avecinan.

Todos los ámbitos del Estado mexicano deberían ser lidereados no solo para que proporcionen una atención adecuada a los migrantes repatriados, sino a todos los segmentos de la población, puesto que ya de por sí padecíamos un rezago institucional, por ejemplo en los sectores de salud, educación y seguridad pública entre muchos otros.

Los hospitales de las instituciones públicas de salud no se dan abasto en la atención adecuada a la sociedad aún antes de que recibamos a miles o millones de compatriotas repatriados. Situación similar sucede con las instituciones educativas públicas y, ya no digamos con las instituciones de seguridad pública.

Si de por sí antes no había espacio mediático para los discursos de división y polarización, ahora mucho menos debería exponerse líneas discursivas que den lugar al enfrentamiento entre una sociedad que debería canalizar todos sus esfuerzos ante la amenaza exterior.

Desde antes ya había señales para haber previsto un escenario en el que era innecesario e injustificable un país dividido y comprometiendo un gasto electoral de jueces y magistrados del poder judicial que ahora cobrará más relevancia.

Sin que sea un deseo, sino una previsión, a mediano plazo la crisis podría complicarse con la reducción de las remesas que nuestros compatriotas envían hacia nuestro país. Es por ello que aún estamos a tiempo para que en lugar de administrar el conflicto se lidere un cambio profundo del país a través de un verdadero llamado de unidad.


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