Esta semana, la iniciativa de Ley de Fomento de Zonas Económicas Especiales fue aprobada por el Senado de la República para su revisión y eventual aprobación por la Cámara de Diputados. El hecho expresa la intención oficial de, por fin, atender el desarrollo de las regiones del sur e iniciar ahí una etapa de realizaciones modelo en beneficio de esa parte de la República.
Las experiencias de zonas especiales en diversos países como China, India, Corea del Sur o Polonia citadas en el texto de la propuesta destacan los éxitos obtenidos en ellas en términos de inversiones atraídas, exportaciones incrementadas y empleos creados. La iniciativa propone un cauteloso remedo de aquellas zonas y parques industriales que desde hace tiempo operan en varios países y que, por esto mismo, una vez más nos han ganado la carrera.
La iniciativa describe a las Zonas Económicas Especiales como “…espacios delimitados que gozan de una ubicación y logística para aprovechar sus ventajas geográficas, sujetándose a un régimen de estímulos y otros incentivos de orden económico a favor de las empresas que se establecen físicamente dentro de las mismas”. Para ello, se busca atraer empresas “ancla” o “tractoras” (sic) de alta productividad y, mediante políticas complementarias, fortalecer el encadenamiento productivo para potenciar las derramas económicas y tecnológicas de la región. Las Zonas Especiales conforman una “política de favorecer las actividades económicas más productivas en las zonas con menores niveles de ingresos del país”.
Los modelos de zonas extranjeras mencionados, bien conocidos, son sólo espacios donde se alojan instalaciones industriales y comerciales para acceder a las facilidades fiscales y administrativas que el gobierno ofrece. Las relaciones económicas internacionales, sin duda, se estimulan y fortalecen con estas zonas vistas como sumas de empresas existentes o futuras.
La iniciativa enumera siete virtudes que se desprenden de las zonas si se diseñan e implementan bien: un aumento en la competitividad de la región, “economías de aglomeración”, atracción de inversiones nacionales y extranjeras, creación de empleos directos e indirectos, aliento a la creación de infraestructuras, promoción de exportaciones, así como de la “marca país”. Ninguna mención se hace, empero, de que una Zona Económica Especial tiene un destino que va mucho más allá de ser, simplemente, un espacio para alojar unidades económicas.
Las Zonas Económicas Especiales bien pueden ser indispensables como promotoras de comercio exterior, para obtener los frutos que la iniciativa enumera. Además de lograr una sana balanza comercial o rescatar una zona deprimida, el desarrollo socioeconómico integral requiere enriquecer con valores de solidaridad social y espíritu de comunidad a nuestra población, al mismo momento en que se le dota de los medios materiales y educativos para subsistir.
El sistema económico y político actual se expresa en dinámicas que, entre otros aspectos, llevan al comercio internacional a vinculaciones entre regiones y países, que se articulan o rechazan conforme lo manden circunstancias imprevisibles. Los hechos giran formando y deshaciendo grupos liderados por dos principales potencias y sus aliados. En este inmenso juego de rivalidades e intereses dominantes, las unidades económicas locales, y con mayor razón, el individuo, sea trabajador o empleado, productor de artículos físicos o proveedor de servicios, queda sumergido, sin poder identificarse como participante respetado de una comunidad que sienta suya.
Hace falta animar la cohesión comunitaria, al tiempo que maduramos modos modernos de producción. Agrupar empresas en clusters en Zonas Económicas Especiales no abona a la creación de nuevas comunidades, con sus diversas actividades, que debieran crearse en torno a tales nuevos centros productivos.
Las Zonas Económicas Especiales no deben verse como entes aislados que se limitan a atraer y dar empleo. El desarrollo socioeconómico regional que se espera del esquema que prevé la ley en ciernes no se logrará si no se estimula y apoya la vida de comunidades, convirtiéndolas en los Polos de Desarrollo que México requiere.
La discusión de la Ley de Fomento de Zonas Económicas Especiales es ocasión para superar modelos convencionales extranjeros, llevando la propuesta a la gran dimensión socioeconómica moderna e inspiradora.
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