Yo con Uber

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La verdad es que no hay forma de comparar en términos de calidad, seguridad y precio.

Lo que empezó siendo un reclamo a las autoridades del gremio de taxistas contra una supuesta competencia desleal de los servicios que prestan particulares con sus vehículos a través de una plataforma tecnológica, ha derivado en un debate mucho más amplio generando una reacción inesperada de la sociedad capitalina.

Tanto los comentarios en redes sociales como diversas notas y artículos periodísticos dejan claro que esto va más allá de un mero conflicto entre dos partes o de una discusión respecto a la regulación que debe o no tener este tipo de transporte.

En realidad lo que la gente ha manifestado es, por un lado, su hartazgo al tener que soportar servicios deficientes y hasta peligrosos debido a la complacencia -y no pocas veces complicidad- de las autoridades por consideraciones de carácter político-electoral y/o económico, y por el otro se ha convertido en una exigencia para que se permita la diversificación de opciones que le permita elegir y acceder a mejores servicios.

Pero los líderes de taxistas no repararon en ello y probablemente su lectura fue que, como ha sido costumbre, bastaba manifestarse y ejercer presión sobre el GDF y los partidos políticos en tiempos electorales -pues muchos de ellos representan a grupos clientelares- para “que pusieran orden” y frenar así la “amenaza” que les representan Uber y Cabify, pero esta vez no les salió y por el contrario provocaron la irritación colectiva tanto por la calidad de sus servicios como por sus acciones de protesta.

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Por supuesto que no debemos juzgar a todos los taxistas con el mismo rasero, pues si bien existen muchas historia de terror sobre todo en el caso de los famosos taxis pirata o tolerados, también existen choferes, honestos, amables, que cobran lo justo y que también son presa de la burocracia y corrupción de la “nueva” Secretaría de Movilidad que al parecer sólo ha cambiado de nombre.

Sin embargo, la verdad es que no hay forma de comparar en términos de calidad, seguridad y precio. Como no preferir el llamado “alquiler de auto con chofer” cuando una dejada al aeropuerto desde la zona de San Jerónimo en un taxi de sitio razonablemente limpio y en buen estado cobra 230 pesos, en tanto que el Uber cobra alrededor de 170 (27% menos) en un vehículo muy bonito y con una atención de primera que hacen incluso del recorrido algo placentero. Ya si pretendemos tomar el taxi en la calle debemos estar dispuestos a vivir toda una aventura.

En este sentido no se explica porque habría que privar al usuario de esta posibilidad al imponer un esquema que no ha funcionado, por el contrario de lo que se trata es de generar las condiciones para que los taxis convencionales mejoren su oferta y la gente salga beneficiada. Esta debía ser la tarea del gobierno y para ello sería bueno que escuchara a la voz de la ciudadanía que se ha pronunciado con mucha claridad.


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