¡Órale, banda! Agárrense porque la cosa se pone color de hormiga con el Tío Sam, o mejor dicho, con el Tío Trump y sus ocurrencias. Resulta que el güero, con su copete digno de un comercial de laca, nos quiere meter unos trancazos con nuevos aranceles. ¿La razón? Dice que no le estamos echando ganas para parar el fentanilo que se les va hasta su rancho. ¡Ah, qué simpático! Como si aquí estuviéramos tejiendo alfombras de pura mota y cocaína para exportar.
¿Fentanilo para llevar?
Y uno diría: «¡Ay, mi Donald, no sea exagerado!». Pero la neta, la neta, es que el vato no anda tan perdido. Aquí en México, la gente ya anda con el Jesús en la boca cada vez que sale a la calle. Entre que te asaltan por el celular, te extorsionan por el refresco o te levantan por el chismecito, la inseguridad está a todo lo que da. Y sí, el fentanilo, esa cochinada que parece veneno para ratas, ya está haciendo de las suyas en nuestras calles. Antes era la mariguana y la piedra, ahora es el fentanilo que te deja tieso en un dos por tres. ¡Hasta parece que lo venden en el Oxxo!
¿Pura casualidad o realidad?
Así que, mientras el Tío Trump nos amenaza con ponernos más impuestos a los aguacates y a las chelas, nosotros aquí seguimos con nuestro viacrucis diario. La neta, ¿quién no se ha sentido más inseguro últimamente? Parece que los malandros andan con carta blanca, y el gobierno, pues… «abrazos, no balazos», ¿no?
Ahora, no digo que el Donald sea un santo, ¡Dios me libre y me guarde! Pero si su «preocupación» por el fentanilo nos hace voltear a ver el desmadre que tenemos aquí adentro, pues igual y no es tan malo. Quién quita y con la presión del gabacho, de veras se pongan las pilas y le den un llegue a los que andan en el negocio de la muerte. O como diría mi abuela: «A río revuelto, ganancia de pescadores». Aunque en este caso, los pescadores somos nosotros, los que sufrimos la inseguridad.
Así que, a apretarse el cinturón, mis estimados, porque si el Tío Trump se pone sus moños, igual y la próxima vez que pidamos un tequila, nos sale más caro que un boleto de avión a París. ¡Pura suerte!
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