Venezuela, por sumarse al cambio latinoamericano

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La democracia encuentra en el legislativo a uno de sus factores fundamentales de estabilidad y permanencia.

Este poder público permite la representatividad territorial en la toma de decisiones, la inclusión de la pluralidad política en los procesos institucionales, así como una férrea rendición de cuentas de las labores del Ejecutivo al ser un mecanismo de control en los sistemas presidencialistas. Muchas de las transiciones pacíficas a la democracia, a los periodos que ponen fin a los regímenes autoritarios y sus correspondientes abusos, comienzan con la conformación de cámaras plurales donde el partido del Presidente en turno pierde la presencia mayoritaria en la misma. De aquí la gran relevancia de los resultados obtenidos en la jornada venezolana del fin de semana.

Pocas elecciones legislativas han despertado tanto interés internacional como las celebradas en ese país este domingo. La extendida cobertura de los medios más importantes del mundo, muestra el continuo movimiento pendular de los latinoamericanos hacia los principios democráticos y de libre comercio. No podía ser de otra manera dada la grave crisis que vive la izquierda anacrónica en la región.

A la derrota de doce años de kirchnerismo en Argentina, las amenazas de llevar a juicio político a Dilma Rousseff en su segundo periodo como titular del Ejecutivo, la pérdida de competitividad de López Obrador en encuestas ante una eventual tercera candidatura presidencial, el abandono de facto de Cuba al bloque del ALBA y el candado constitucional de evitar hasta lo posible otra reelección de Correa en Ecuador, se suma la determinación de los venezolanos por contener casi dos décadas de dominio autoritario chavista. La victoria de la oposición venezolana es simbólica por los resultados obtenidos, pero también por la convicción de principios sin los cuales hubiese sido imposible estar cerca de la mayoría calificada, la cual podría confirmarse en próximas horas. Como todo régimen al que le incomoda la práctica democrática, el gobierno de Maduro toleró un clima de violencia en torno al periodo proselitista -que incluso cobró la vida de activistas opositores y permitió amenazas serias a la vida de Lilián Tintorini-; además, el oficialismo chavista mantuvo el control sobre la autoridad electoral, creó nuevos centros de votación en las inmediaciones de zonas habitacionales de electorados afines, mantuvo abiertas las casillas más allá del horario permitido con estrategias de movilización electoral, hizo uso de cadenas nacionales en medios electrónicos para posicionar al presidente autoritario y presionar a votantes, así como retuvo en la cárcel a los principales liderazgos de la oposición venezolana. Sobre todo este contexto, la Mesa de Unidad Democrática se impuso y forzó al gobierno a reconocer la derrota.

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Nicolás Maduro perdió la elección hecha plebiscito sobre su mandato pero, en sus propios términos, la guerra no está ganada. En lo institucional, el presidente venezolano puede gobernar vía decretos conforme a la Ley Habilitante, además de que tendrá todavía un mes por delante para mitigar, con contrarreformas, los riesgos que conlleva la oposición democrática en la Asamblea Nacional. Las facultades legislativas para proponer enmiendas a la Constitución y leyes secundarias, decretar amnistías, aprobar el presupuesto nacional, así como dar voto de censura a los vicepresidentes y ministros, deberán sortear las conductas más duras del chavismo que son liderados por Diosdado Cabello y el propio Maduro.

En lo instrumental, la oposición venezolana deberá mantener la unidad en la larga carrera hacia las elecciones presidenciales de 2019. En ese trayecto, demostrar alternativas viables para reconstruir la Venezuela derruida tanto por el corporativismo como por el control de mercado. Diseñar una propuesta programática para revertir la escasez de productos, poner a raya a la inflación, reactivar la economía y hacer de la ley el eje de convivencia democrática, será esencial para ampliar el respaldo social como elemento esencial para desmontar la doctrina política de Hugo Chávez. Eso si Nicolás Maduro no pretexta a la ofensiva norteamericana, para amarrarles las manos a quienes buscan la Venezuela libre del yugo autoritario.


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