He insistido en este espacio en que, en mi opinión, los grandes problemas nacionales solo se resolverán si acometemos una cruzada educativa y cultural que nos libere de comportamientos primitivos y nos permita llevar una vida verdaderamente solidaria.
Antier, en una reunión con cientos de personas con quienes me vincula el trato de muchos años, y por las que siento un sincero afecto, comenté que las diferencias de origen, de ideologías, de trayectorias y de destinos —sin olvidar que cada quien debe responder por lo dicho, hecho y dejado de decir y hacer— no deben impedir la armonía y la concordia necesarias para que la vida en común garantice a México un mejor futuro.
Por eso, me parece de verdadero interés que busque usted en este diario la colaboración de Néstor Ojeda —del día de ayer— titulada “La fórmula del triunfo”.
Bastan unos párrafos para provocar interés en ese texto. Nos habla Néstor: “…del encono que ha invadido la arena pública y de cómo el odio, la discriminación, la descalificación y la consigna son los ejes sobre los que gira la acción de todas y cada una de las fuerzas políticas y sociales de México que bautizamos como la fórmula de la derrota; hoy es obligado hablar de un camino distinto, de que es posible construir algo parecido a una fórmula del triunfo”.
Me salto algunos párrafos, para que usted los busque, y concluyo la cita: “La situación está tan crispada que desde la óptica de las autoridades de todos los niveles de gobierno cualquier crítica tiene como origen y objetivo denostar y descarrilar su gestión y el antigobiernismo enceguece a grado tal a amplios sectores y grupos sociales que cualquier esfuerzo oficial es por definición mal intencionado y su rechazo llega al grado de generalizar todo lo gubernamental como un mal a destruir para lograr el rescate del país, si es que luego queda algo de país qué rescatar”.
El autor termina con propuestas y comentarios que valen la pena conocer, y sostiene la necesidad de abrirnos a la posibilidad de corregir el rumbo. Ojalá le sirva a usted para ordenar y fortalecer sus afanes en pro de un mejor país para todos.
El texto en comento es un retrato hablado de esa realidad que inhibe toda posibilidad de diálogo verdadero, y que nos impide encontrar el camino a través del cual, sin claudicaciones ni complicidades, la diversidad sea la auténtica riqueza que nos coloque frente al mundo como un país unido, poderoso y respetado.
No tenemos otra salida para superar ese México que nos duele.
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